En Morena no hay paz. Cada día que pasa arrecian las pugnas internas, y por ningún lado se ve quien pueda poner orden en un partido que pese a todo, cuenta con diez diputados locales, uno federal, y la presidencia de dos de los municipios más importantes del estado.
El último ejemplo, y el más claro, es el pleito entre Heriberto Cantú, ahora ex subdelegado regional de bienestar en Nuevo Laredo, y el llamado superdelegado, José Ramón Gómez Leal, “JR”.
Cantú no se fue sin dejar claras las razones de su renuncia, que son al mismo tiempo fuertes cuestionamientos para el representante de AMLO en Tamaulipas. En resumidas cuentas lo acusó de traicionar a la 4T, utilizando su cargo para armar una estructura política de cara al 2022.
Al respecto al JR lo han denunciado trabajadores de Bienestar ante la Secretaría de la Función Pública, pero lo cierto es que en todo caso, al “JR” lo exoneró su jefe en una de las mañaneras de principios de diciembre.
Pero además como que el plan no le ha servido en lo más mínimo, pues su figura no levanta ni porque es el funcionario federal de mayor rango en Tamaulipas.
Lo cierto es que la pugna entre Cantú y José Ramón no es la único entre las huestes de Morena. Ya se ha dado cuenta de pleitos entre el senador Américo Villarreal y el alcalde de Matamoros, Mario López, pero tampoco hay relación alguna entre éste y el edil de Madero, Adrián Oseguera, quien a su vez no se lleva con el senador.
Al “Guasón” tampoco lo pueden ver la mayoría de los otros suspirantes, que le reprochan el uso descarado de su posición en la SEP para autopromocionarse.
En fin, es larga la lista de desencuentros entre los morenistas que se sienten con méritos para competir por la gubernatura en el 2022.
Y todo eso ocurre mientras en el centro del país ven con preocupación lo que ocurre aquí.
Por lo menos Andrés Manuel parece decepcionado de muchos de sus camaradas. La razón del desencanto es evidente: no crecieron, se quedaron pequeñitos.