“Aquella fue la última decisión que tomó Jorge Díaz Serrano al frente de la empresa paraestatal: el presidente, que se caracterizaba por su frivolidad y su soberbia, lo destituyó del cargo y lo desterró más allá de ‘La Cortina de Hierro’, hasta la fría y comunista Unión Soviética en calidad de embajador”
Lección no aprendida del pasado de otro singular López, Portillo, de nombre José, quien también soñó con la abundancia petrolera, fantasía proveniente del nacionalismo cardenista:
A mediados de 1981, debido a la sobreproducción petrolera, Arabia Saudita, siempre a la cabeza de la OPEP, decidió bajar el precio de barril de petróleo. Jorge Díaz Serrano, entonces director de Pemex, hizo la jugada lógica para contrarrestar las fuerzas del mercado internacional: disminuir el precio de la mezcla mexicana en cuatro dólares.
Aquella fue la última decisión que tomó Jorge Díaz Serrano al frente de la empresa paraestatal: el presidente, que se caracterizaba por su frivolidad y su soberbia, lo destituyó del cargo y lo desterró más allá de ‘La Cortina de Hierro’, hasta la fría y comunista Unión Soviética en calidad de embajador.
Engreído por la abundancia petrolera que dizque administraba, sin considerar la ley de la oferta y la demanda del mercado mundial, López Portillo designó como director de Petróleos Mexicanos a Rodolfo Moctezuma Cid y le dio una primera e inapelable instrucción: subir en dos dólares el precio del barril de petróleo producido en la Sonda de Campeche e incrementar la producción diaria.
La equivocación fue brutal, un ‘shock’: México perdió 16 mil millones de dólares en el segundo semestre de 1981. Con el peso de una abultada deuda contratada para financiar la expansión de la infraestructura petrolera y sin recursos para hacer frente al pago de intereses, el país se fue a la quiebra tras una dolorosa devaluación conjugada con la salida de capitales.
Aquél López, Portillo, de nombre José, lloró desconsolado un año después en su Sexto Informe de Gobierno, Desesperado, en la repartición de culpas, nacionalizó -una deuda más- la banca. Después, rumiando amarguras y tristezas, se fue al basurero de la historia.
Hace diez días, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) convocó a una cumbre para impedir que el precio del barril de crudo continuara su caída en el mercado internacional tras la drástica reducción de su consumo debido a las medidas de aislamiento y distanciamiento social aplicadas para frenar y matizar el avance de la pandemia del coronavirus.
Parecía, de inicio, la solución a las diferencias sostenidas entre Arabia Saudita y Rusia en cuanto a la producción petrolera y, por ende, a la cotización del oro negro. En medio de ese desencuentro, siempre de lado de los árabes, se encontraba Estados Unidos. La cumbre era una buena señal. El acuerdo era disminuir, entre todos, un 23 por ciento la producción petrolera.
Sin embargo, se presentó un ‘problema’: Rocío Nahle, secretaria de Energía y virtual directora general de Pemex (Octavio Romero no aparece por ningún lado), se inconformó con el acuerdo y la reunión se prolongó muchas horas más. México, en realidad el presidente Andrés Manuel López Obrador, se opuso de manera tajante a disminuir la producción de Pemex en 400 mil barriles de petróleo al día. Planteó reducir solo 100 mil barriles de crudo.
Las negociaciones, por culpa de México (en realidad por Rocío Nahle y Andrés Manuel López Obrador) se estancaron durante todo el fin de semana. Incluso, para salir adelante con su propuesta, el presidente mexicano pidió ayuda a Donald Trump, quien accedió a darle la mano sin precisar a cambio de qué y su costo. Ese respaldo nunca quedó claro.
La cumbre concluyó con un acuerdo: todos los países productores de la OPEP (socios e invitados) disminuían en casi una cuarta parte su producción petrolera… menos México.
Como era de esperarse, AMLO, en una de sus mañaneras, celebró la negociación. ‘Nos fue muy bien, requetebién, México tuvo un trato especial’, dijo sonriente el presidente de la república. ‘Fue algo excepcional’, subrayó. ‘Los chairos’ ignorantes brincaban de la emoción en las redes sociales.
Pero… en el mercado petrolero mundial manda Arabia Saudita, aliados en ese negocio y en muchos otros (en los más perversos juegos geopolíticos) de Estados Unidos. Era obvio que el máximo productor de petróleo del planeta no le iba a perdonar a México su absurda e irrespetuosa negativa de contribuir con la estabilización del precio del crudo.
Un tuit lanzado la tarde de ayer por Liébano Sáenz, ex secretario particular de Ernesto Zedillo y personaje cercano al fallecido Luis Donaldo Colosio, desmenuza la reacción árabe en contra de la política petrolera lopezobradorista.
‘Arabia Saudita no solo acapara los mercados asiáticos donde México vendía 400 mil barriles en Asia en los últimos días, ahora también le venderá petróleo a USA (Estados Unidos) en desplazamiento de México. La estrategia de Arabia: echar a México del mercado. Como en 1982’, escribió Liébano Sáenz, analista político y abogado de profesión.
Andrés Manuel López Obrador quiso jugar con los árabes, los gringos y, de paso, con los rusos, como juega a nivel local con la timorata oposición priista. Sin una sola gira internacional durante su gestión, AMLO quiso jugar a la geopolítica global petrolera. Divertidos, los árabes lo tundieron.
Para colmo, la ley capitalista del mercado es implacable. Si el planeta está paralizado por culpa de una pandemia, el barril de petróleo no vale nada.
Sí, ayer, en una estrepitosa y escalofriante caída histórica, la cotización del crudo, para su venta en mayo, está por debajo de cero. ¡¡¡No vale nada!!! Al cierre, la mezcla mexicana se ubicaba en -2.37 dólares. El petróleo vivió su peor día, su lunes negro. El desastre.
Con una política anclada en la década de los treintas del siglo pasado y en el sueño guajiro de recuperar los años de gloria de Pemex, Andrés Manuel López Obrador se niega a ver la realidad del mercado petrolero global en tiempos del coronavirus. Sin visión en Palacio Nacional, lo peor, en materia económica, está por venir.
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