No son pocos los que
afirman y casi juran que
después de que pase
esta emergencia sanitaria, y
el coronavirus sea sometido y
controlado por los genios del
gobierno, este mundo no volverá
a ser igual, pues nunca en la
historia de la humanidad, por
un virus que se mata con agua y
jabón el planeta se paralizó casi
por completo.
Algunos aseguran que después
de esto habrá un Nuevo Orden
Mundial y que el mundo será
dominado y controlado por unos
cuantos millonarios que van a
imponer códigos y nuevos estilos
de vida. Otros pronostican episodios de violencia nunca antes
vistos que nos llevarán al final
de la era; que se cumplirán las
profecías bíblicas y que llegará el
Apocalipsis.Y no faltan los optimistas que creen que el planeta
volverá a ser verde y que la contaminación desaparecerá, que los
animales recuperan sus espacios
perdidos y que la gente volverá a
ser buena, que saldrá a la calle a
abrazarse y a tender la mano; que
se acabará la maldad.
Diversas voces profetizan que
esta cuarentena prolongada y este
encierro nos hizo reflexionar y
que seremos una sociedad nueva,
pero solo son buenos deseos. Este
mundo está tan patas arriba, que
no tiene remedio: todo seguirá
igual o peor.
Después del Covid-19, al día
siguiente que los señores del
gobierno den la orden de salir a
la calle de nueva cuenta, la gente
correrá desesperada a buscar y a
rescatar su trabajo, si es que no lo
ha perdido ya. “La normalidad” regresará y el encierro será un vago
recuerdo que se quedará como
anécdota y que se contará a los
nietos o que se registrará en las
crónicas de los diarios y la literatura. Los bares, los restaurantes,
las tiendas, los mercados, van a
estar de nueva cuenta a reventar.
Contrario a lo que hemos visto
y padecido, las élites del poder
en el mundo se derrumbarán. El
Nuevo Orden Mundial será un sueño guajiro de aquellos que alguna
vez quisieron dominar y someter a
la humanidad. La ONU, el FMI, el
Banco Mundial, la OMS, la OCDE,
los G-7 y los G-20 serán desmantelados. Los nacionalismos que
hoy están ganando las elecciones
y gobernando el mundo, derrotarán a los globalizadores. Estados
Unidos dejará de ser la potencia
mundial, y China, Rusia, la India
y otras naciones se apuntan para
ser los nuevos actores del poder
económico y político del mundo.
Después del coronavirus,
seguirá la vida loca y el cambio
climático continuará despedazando al mundo. La gasolina volverá
a subir de precio, y el petróleo
recuperará su valor en los mercados. El balón rodará otra vez en
los estadios y estos continuarán
siendo las cantinas gigantes para
idiotizar y alimentar el fanatismo.
Esta sociedad no va a cambiar,
porque es individualista y egoísta.
La tierra seguirá girando alrededor
del sol y seguirá su marcha hacia
la destrucción y al pecado.
El confinamiento surtió el
efecto al revés. Hoy no hay tiempo
para pensar en la reflexión, sino
en la vida rápida y en lo inmediato. El Coronavirus, se volverá
tan simple como la influenza, el
dengue o un resfriado que se curará con un antibiótico que algún
vival transnacional ya debe tener
guardado en algún laboratorio del
mundo. Del Covid-19 nos quedará
alguna cumbia, alguna historieta, una película o una anécdota
que nos causará risa. Este mundo
bizarro, esta sociedad sin conciencia, no tiene remedio y no va a
cambiar jamás; está enfermo y no
tiene cura.
Hoy, lo que todos quieren es
salir de sus encierros y recuperar
sus hábitos, sus costumbres. Para
qué rasgarse las vestiduras por un
mundo que está “patas arriba” como lo escribió Eduardo Galeano.
De una cosa sí debemos estar
ciertos: esta crisis mundial sanitaria que inmovilizó a la humanidad, nos enseñó que todos somos
iguales, que ricos y pobres son tan
vulnerables como el que más; ambos van a una misma fosa y a un
crematorio donde nadie les puede
llorar. Nos permitió ver que así
como un trabajador se queda sin
trabajo y sin comida, un potentado
se queda sin fortuna y sin oportunidades.
Sin embargo, pese a toda esta
calamidad, el deseo en el fondo, es
que esta humanidad, se ubique en
su dimensión y entre en razón de
que está de paso por esta vida.