El papá es niño y adulto al mismo tiempo, pues es padre y tiene papá, sabe lo que es eso, con qué se toma, a qué hora se levanta, dónde se duerme descalzo un viejo.
El papá es dulce pegado en la mano y es la mano, es el dinero. Un padre es la otra mano del niño, la que falta, lo que falta hasta que sobra, nunca sobra, la necesidad se hace más grande.
Un padre es el escritorio, los lentes y después él, sonriente, ocurrente, en una pequeña foto enmarcada. Si lo miras demasiado te pregunta algo, está pendiente y vuelve a estar pendiente de las goteras cuando llueve, de los más extraños ruidos en la noche. Alguien se levanta cuando todos duermen, no es nadie es el aire.
Allá vienen dos padres y ellos lo saben. En otra parte están sus hijos, por enfrente vienen otros dos papás, se van a encontrar con su frente sudorosa de cumpleaños de los huercos, de olvidos escolares.
Un padre camina como uno, se instala triste, se cansa, tiene sueño, frío, sufre, es como uno en las tardes.
De madera, sólidos como el frío, sonrientes como un río, armados hasta los dientes con pico y pala, los padres van al trabajo, eso hacen siempre.
De pelambre rala o espesa barba, de mecha corta o paciencia larga, de mediana estatura en la sombra de un poste, el padre acarrea el sustento.
Por su comportamiento, sabes cuando un hombre es un padre. A 2 metros estará su hijo, a dos mil kilómetros, a 2 pesos de la tienda, a 2 libros leídos con dos pasos. Si hablas te contesta el hijo, el padre es el mismo, con más libros leídos.
Un padre ausente es un padre muy fuerte. S ostiene paredes cuando llueve, en la noche sostiene la oscuridad, el miedo metido. Un padre ausente no está ausente, la maestra le pide que se presente, corre al banco, se tropieza, trae lentes, los olvidó de nuevo, se tropieza con la misma piedra, pero llega.
Un padre es sin camisa un padre, que no llore porque se acuerda. Viene de lejos sin precisar de dónde porque ni el mismo lo sabe. Es un sable, es un viento que trajo el sable, es un cable de luz, una corriente muy fuerte.
No hay como un padre cuando lo miras. Es como una fotografía quedándose para siempre, una película que se adhiere viva a la mente. El viejo saca el extra en sus días tristes y los recuerda, recuerda sus goles contados de uno por uno multiplicados en la imaginación de madera.
Un padre pasa y se averiguó cuántos hijos tiene, si es rico o es pobre, si tiene casa, con qué la mantiene, si usa sombrero, si tiene carro o anda pata, si trabaja o si nada más se dedica a pasar por aquí, por donde uno escribe.
Un padre vio pasar el viento imparable por sus cabellos, quitó la aldaba del portón, salió para ver si no venía nadie, se asomó, entró de nuevo a casa con una nueva noticia: “no llovizna”.
Hay cosas que sólo sabe un padre y nadie se lo ha dicho. El silencio de un padre es el silencio mismo donde guardan sus cosas los dioses, el fuego enciende cuando llega y la luna bajita escoge lo mismo, la misma hora para mirarlo dormir.
Es un orgullo ser padre, es un honor, un privilegio y es un oso al mismo tiempo. Un padre sale de repente cuando menos lo esperas, es el que baja las escaleras y recorre las cortinas, el que apaga el foco, el que dice que ya se callen aunque no haya nadie y estén todos en el tiempo sin tiempo.
Es un día del padre, de pasamanos, columpios, de subes y bajas y de recuerdos; es como un parque de juegos en el centro del confinamiento en las grandes ciudades.
HASTA PRONTO.