En el marco del día del abogado en México (12 de julio), es oportuno reflexionar con una breve historia:
María, una mujer que vive en los 90s, apasionada del derecho y juzgadora de tercera generación, se traslada como todos los días al órgano en el que imparte justicia con profesionalismo.
Pero hoy no será un día común, hoy su cargo le exigirá más de lo normal, hoy puede trascender en la función judicial, pues tiene la oportunidad de resolver un litigio como el resto de los jueces lo ha hecho o viendo hacia el futuro, como auténtica estadista jurisdiccional.
María analiza el asunto, escucha con atención a sus auxiliares, quienes le informan cómo han resuelto los casos similares sus colegas experimentados, pero ella sabe la oportunidad que tiene en sus manos, sabe que si se inclina como otros jueces lo han hecho solo se limitará a seguir la inercia del sistema judicial dentro de un expediente más, en el que, como todos, hay partes en pugna, una controversia y pruebas que aparentemente reflejan una verdad.
Por otro lado, María está consciente de que, si resuelve lo que le dice su convicción de juzgadora, dictará una resolución que será un parteaguas en el derecho, y después de esa decisión, seguramente ya no se resolverán esos casos como se venía haciendo.
Incluso, María está convencida que, si decide mirando al futuro y no a un frio expediente de papel, lo hará dejando atrás los ideales en los que se formó, los cuales le fueron impuestos por patrones culturales, pero ella está firme, sabe que la decisión que debe tomar en ese momento servirá de base para una visión moderna del derecho, sabe que necesita dejar a un lado los criterios arcaicos y apartarse de viejas tesis que no se ajustan a su actualidad, la juzgadora tiene claro que debe despojarse de ideas bajo las cuales creció, tiene que pensar a partir de su propio tiempo.
Entonces María lo hace, resuelve con altura de miras sin importar la presión interna (del aparato judicial) o externa. Tiempo después, el mundo le ha dado la razón, la juzgadora cumplió las expectativas que la sociedad le demandó y sus criterios son referencia en el mundo del derecho, pero no toda la gloria es de ella, en constantes reuniones agradece al foro litigante, sabe que no haber puesto sobre la mesa judicial planteamientos novedosos no habría estos frutos, con humildad reconoce que el binomio litigante-juzgador constituyen una herramienta democrática fundamental.
Eso sucede con las personas que juzgan; por un lado, resuelven asuntos en los que hay ante su potestad un litigio y un simple expediente, pero también resuelven generando precedentes que desencadenan la evolución del derecho. Por eso juzgar a veces tiene un doble efecto.
P.D. Me pareció prudente que la juzgadora de esta narrativa fuera mujer, porque constituye una acción afirmativa simple y literaria respecto a la desigualdad histórica entre ambos géneros.