Dice el común que todo es cultura, considerando con ello lo que existe y se puede percibir con los cinco sentidos. Y sin embargo para que algo exista tiene que haber la no existencia, la falta, la ausencia o la necesidad inexplorada. Luego el mundo crea otro mundo imaginario.
La imaginación, que no puede tocarse, nos contiene deliberadamente a cada instante, fluye del pensamiento sin mucho esfuerzo según el individuo de que trate y el mismo colectivo social que lo conforma.
El mundo imagina otro mundo y trata de imitarlo, por esos las cosas no son lo que parecen. Para ser concretos habría que preguntarle precisamente
a quién las hizo. El escritor relata una historia y quién la interpreta otra, según la sustancia que lo contenga, el vacío que llena, el hueco que deja.
El mundo de la imaginación crea
territorios y va más lejos de su cordura, de su forma de ser, del tiempo y el espacio, del comportamiento normal y prejuicioso de las personas. La libertad, de la cual el pensamiento se apropia, viaja y se queda en el mismo espacio.
En un esbozo apenas, una inquietud que se olvida o se reanima en la mente antes de realizar la vida, de abrir la puerta y cerrar otra. La imaginación termina por hacerse una parte real y productiva de la vida o se refugia en los telones de la frustración y luego se olvida.
Entonces la cultura donde estamos todos, en su sentido común ofrece formas, colores, aromas, movimientos, y registra los hechos, es decir, ofrece flores, alimentos, memoria y productos artísticos que recogen el lado estético que van y atrapa los tramos de la imaginación, antes de que se borren del moho de las paredes.
El arte es utilitario y a menudo es lo que no se le ha ocurrido a nadie. El arte indefinible es una parte íntima de la relación entre el hombre y el resto de los sustantivos que hay sobre la Tierra. Abarca lo artificioso del hombre y las cosas que nos da la naturaleza sin la intervención del ser humano, de hecho el arte allí está construido en gran parte, sólo hay que decirlo con lápiz, moverlo con un pie o trasladarlo al papel.
Otra parte del arte, tal vez el más cercano a los dioses, es el descubrimiento de lo nuevo, tan sencillo y difícil como la torcedura de un dedo.
Al interior de la imaginación va el individuo cómodo en su viaje que suele ser efímero y en contadas ocasiones casi eterno, prevalece mientras haya alguien que lo necesite, aquel que va por él y lo renueva, lo excita, lo revuelve, le pone precio, lo hace parte de su cuerpo, lo pare de nuevo. El arte busca el enfoque común y ahí se disuelve, quienes lo ven lo encuentran y lo
interpretan para su personal consumo. Es así como la cultura estalla en las canciones contando una historia del blanco y la pintura seca el pincel y une los colores para dar el matiz con el que se junta el óleo con la pintura de las casas.
Hay un momento en que la cultura es arte, en otro momento se pervierte y de todas maneras es arte, arte es lo que sentimos y hace que reaccionemos con nuestro pensamiento. Provoca el viaje a la imaginación en un bello mueble o se queda con lo que se ve, que otro imaginó como un cajón viejo.
Durante el día la cultura, que lo es todo, va liberando al hombre que camina, que se desnuda, que se queda descalzo. Ilumina los rincones y se desboca con polvorientas palabras que explican las horas y sus motivos para continuar por su rumbo.
La cultura siendo arte, imaginación y vida, lucha por encontrar una razón nítida y clara en la rebelión de la no existencia;
y mientras, a uno entre todos, se le ocurre recoger tierra del suelo y hacer una escultura increíble que nos habla desde un volumen, un perfil horizontal que brilla con el sol o la nada; el pintor pinta el blanco de la luna, la señora guisa unos huevos con chorizo o el hombre accidentalmente tiñe con su sangre el pétalo de una rosa en una pintura no pintada hasta ahora.
Al final del día, en el rescoldo memorial de la tarde, tomamos de la mano lo que queda y nos precipitamos a los sueños irrealizables.
Despertamos, y allí está el cuadro con su gente. Escuchamos al de la voz presentando la ópera prima con la cual nos da los buenos días.
HASTA PRONTO.
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA