La otra cara del año de la muerte, el 2020 que hoy termina, es más difícil observar, acostumbrados a ver más lo malo que lo bueno, se nos dificulta agradecerle al que será recordado como el año de la pandemia, sin precedentes. Así es mis queridos boes, porque este año llegó con muy malas noticias para el mundo, incendios forestales que devastaron Australia y zonas pobladas de California, ataques terroristas, una enorme explosión que sacudió Líbano, pero ninguna tan mala, tan devastadora, tan mortífera como el Covid-19.
Pero tal vez pronto, como sociedad, nos demos cuenta que al 2020 tenemos mucho que agradecerle, a pesar del llanto por la muerte de seres queridos, de la crisis económica y del encierro. Si, vamos a tener que reconocer que fue en el 2020 en el que nos dimos cuenta todos en el mundo, que ante la fuerza de la naturaleza, hasta el más poderoso de los hombres es minúsculo.
Porque el Covid enfermó desde el más pobre entre los pobres, hasta los más ricos y poderosos: Donald Trump, Jair Bolsonaro y Boris Johnson. Mató hasta al borracho que los últimos años paso tirado en las calles de una ciudad paupérrima como al presidente de la multimillonaria Repsol, al cantante callejero lo mismo que a Armando Manzanero. Si, parece solo una gran tragedia, pero es también una gran lección, porque a veces trepado en un ladrillo un simple humano se cree, o nos creemos invencibles. Ante la naturaleza y las consecuencias de nuestros actos como raza contra ella somos nada, nada uno a uno, nada todos juntos.
Si, es cierto, sufrimos la muerte de amigos jóvenes, de primos, tíos, padres y compañeros de trabajo, una tragedia que nos apachurró el corazón, pero las pérdidas nos dejan otra gran lección. Porque entendimos que hemos ido por la vida sin vernos la cara, sin reparar en el otro, sin empatía a veces ni siquiera con los de nuestra misma sangre.
Este año dijimos varias veces que tal o cual se nos fue prematuramente, pero la realidad es que no nos dimos tiempo de decirle a los que ya no están por culpa del Covid cuánto los queríamos. Entendimos que es tiempo de gozar a nuestros seres queridos, de comer sin prisa, de cocinar como prueba de amor, de cariño hacia los que nos importan. Aprendimos con el encierro obligado por el Covid, que si un fin de semana o dos seguidos no salíamos a fiestas (así les decíamos a las pedas), no pasa nada, que estar en casa no mata, no te vuelve loco.
Gracias al Covid, descubrimos que tenemos habilidades que ni siquiera sospechábamos, algunos ni se imaginaban la habilidad para cocinar que con la pandemia les brotó, otros son promesas de la carpintería, la música y hay hasta quienes en unos meses escribieron un libro. Hemos aprendido que comer bien, comer rico, disfrutar las horas de la comida pues, no tiene que tener como ingrediente un restaurante caro, con un menú rebuscado y que los que están en casa son personajes tan interesantes y en años no los habíamos descubierto.
Si, por culpa del Covid, este año sufrimos de una crisis también sin precedentes, yo tuve que vender mi camioneta para hacerle frente, pero aprendí que también se vive sin tener que estar comprando cosas que no necesito, que para demostrar afecto no tienes que llevar un regalo con empaque de Liverpool.
La misma crisis nos enseñó a todos que podemos vivir en espacios mucho más pequeños, que no es un año perdido sino viajamos de vacaciones cada seis meses y que un carro de 170 mil pesos te mueve igual que uno de 800 mil. Seguro que a todos nos ha quedado claro que le hemos hecho daño a la naturaleza, que contaminamos el paraíso que tenemos por hogar común, que nuestra relación con el resto de las especies a las que matamos, exterminamos, nos comemos tiene que cambiar.
Todos nos acercamos más a Dios, en cualquiera de las representaciones que tiene, nos volvimos más sensibles al ver el dolor de nuestros seres queridos por el virus, hoy somos más empáticos, porque hace años no nos hubiéramos imaginado usando cubrebocas de manera masiva y hacer filas y lavarnos las manos todo el tiempo. Gracias al año 2020 que nunca olvidaremos somos mejores personas, más humildes, más sensibles, más compartidos, más atentos, menos pretenciosos y menos individualistas… el 2021 que hoy nos alcanzará encuentra a seres humanos menos perniciosos, menos destructivos, menos arrogantes. Gracias año viejo, bienvenido Año Nuevo.