Después del campanazo en elecciones locales en Hidalgo y Coahuila por la capacidad de operación política local del PRI, en este año dos de las quince gubernaturas en disputa fueron mal calculadas por la dirección nacional de Morena: Sinaloa (PRI) y Querétaro (PAN) al desdeñar el papel clave de los gobernadores salientes.
Morena perdió el tiempo en dis- tractores, abandonos de liderazgos y falta de trabajo organizativo interno nacional y local. En cambio, en Sina- loa el PRI se consolidó a nivel local, ha sabido aprovechar la calificación positiva del gobernador Quirino Ordaz Coppel y no ha permitido que el PRI nacional contaminado por José Murat Casab meta las manos en la zona local.
Y como dato singular, Sinaloa ha teni- do, hasta ahora, una estrategia bastante eficaz de enfrentamiento a la pandemia del COVID-19. Como punto adicional, en Sinaloa existe la percepción de que el problema de la inseguridad y el papel violento del cártel de los hijos del Chapo Guzmán y la jefatura de Ismael El Mayo Zambada es federal.
La nominación del candidato si- naloense de Morena a gobernador fue impuesta y con una clara ausencia de sensibilidad política. El seleccionado, se- nador Rubén Rocha Moya, estaba abajo en los sondeos no oficiales morenistas y la tendencia estaba encabezada por el expriísta Gerardo Vargas Landeros, con buena imagen en Palacio Nacio- nal. Pero Rocha había sido candidato a gobernador sinaloense del PRD de 1998, dirigido entonces por López Obrador, y quedó en tercer sitio con 19% de votos. Vargas Landeros había competido por la candidatura del PRI en 2016, pero se impuso la figura local de Ordaz Coppel, quien aparecía en el último sitio de las encuestas priístas y ganó la elección del 2016 con un cómodo 41.7%, contra 3.9% del candidato de Morena.
Los datos que quedan de las eleccio- nes sinaloenses son muy claros: Sinaloa es una plaza local, no federal; el trabajo y estructura territorial del PRI será básico para organizar a los votantes; y la figura del gobernador saliente será el principal activo del partido. En cambio, Morena en realidad no existe como partido en Sinaloa.
En Querétaro también se reproducen los casos de Hidalgo, Coahuila y Sinaloa como posiciones priístas: un gobernador panista local, un PAN que ha trabajado vinculaciones con la sociedad y un sentimiento mayoritario anti federal. El gobernador panista Francisco Domínguez no se salió de los espacios locales, en tanto que Morena descuidó la organi- zación estatal.
La estrategia de Morena ha descan- sado en la aprobación presidencial y ésta ha sido suficiente en muchas plazas donde el PRI y el PAN se han desarticu- lado. En Hidalgo y Coahuila los goberna- dores priístas fortalecieron la estructura territorial del partido y por eso dieron el campanazo en las elecciones locales legislativas del año pasado.
El PRI nunca ha hecho milagros electorales, sino que ha sabido entender el valor de la estructura territorial, de los gobiernos en su efecto local y sobre todo en la capacidad de movilización de las bases. Morena perdió casi dos años de gobierno lopezobradorista en rencillas internas y en falta de estructuras locales y ahora quieren ganar elecciones de gobernador y legislativas sólo con la imagen presidencial.
El error estratégico de Morena fue el de jugar con las expectativas de las encuestas y decidir nominaciones de candidatos a gobernador basados en re- sultados que nadie conoció. Ello ha dado oportunidad a que cualquier aspirante diga que el ungido de manera oficial carecía de apoyo y a invocar, a su vez, encuestas inexistentes o manipuladas a su favor.
El apoyo presidencial a las quince candidaturas de Morena será básico, pero insuficiente en plazas locales donde los gobernadores han trabajado la estructura territorial de sus partidos, De las quince gubernaturas en disputa quizá solo hasta hoy Sinaloa y Querétaro se quedan para el PRI y el PAN, respectiva- mente, y habría riesgo en dos o tres más por conflictos dentro de Morena y more- nistas que chapulineen a otro partido o se alíen a otros candidatos.