Cuando eres diferente, para muchos eres un error, eres alguien que no entendió. Tu estilo no va con los demás. Eres diferente y cuentas los errores de otros que quizás sólo para ti sean errores. Alguien está pendiente de eso, de la manera en que esta vez te equivocas y es encima del error que te equivocas para que al menos el error sea diferente.
Cuando te equivocas tratas de corregir, pero a veces corregir redunda el error o lo hace notar, que es lo que menos se desea. Dejamos el error y este destaca y alguien pregunta quién fue, y nadie contesta. Nadie quiso ser. Por algo es un error y según esto hay que corregirlo.
Entonces si te equivocas y no corriges, escribes sin borrador, vas directo, llevas prisa y pasa pronto el momento en que nadie se entera. Te das cuenta que el error automático fue un acierto y lo haces más fuerte e inolvidable, que todos hubieran querido ser el autor tan famoso por lo mismo.
Pese a los esfuerzos por ser eternos y perfectos, nos conducimos en el error cotidiano con sólo ignorar lo que es falso y y aquello que resulta cierto. Si buscamos, lo perfecto existe en los errores, pues lo que fue un error en el pasado, hoy pudiera ser un acierto.
Lo perfecto resulta en el punto exacto de convergencia, en el equilibrio de fuerzas, en la armonía de colores, en la hora del tiempo, ni un minuto más ni uno menos.
Lo perfecto sin ser lo mejor por cuestión de gustos, es donde cabe todo, lo justo y lo necesario, sin que sobre un grumo que provoque un desequilibrio en el resbaladero.
Lo perfecto, nos arroja errores; de ahí vienen todos de regreso. Se acomodan en el atraso y en el progreso segun el sujeto. Permanecemos sobre los errores a menos que un error nos lleve a lo correcto y lo ratificamos.
También equivocarse tiene valores intrínsecos, de modo que no cualquiera se atreve a regar la manteca
Los errores pasan por el prejuicio entre la mente, el cuerpo que lo hace, y el hecho en si mismo.
Un error se construye con el mismo esfuerzo que un acierto. Pero si se hace a propósito y resulta perfecto, para el hecho sigue siendo un error mal hecho.
Naces y es un azar. No hay error, de ahí eres. Pero comienzas a tomar en cuenta que pateas con la zurda y no es un error aunque te corrigen.
De pronto eres diferente en el sitio equivocado, pues eres más chaparro o más alto, más tranquilo o menos que todo eso. Y todo te califican.
Ha de ser un error creer que el error no existe, que la cosa es lo que es, pues está hecha mal que bien.
Si corriges, no corriges, inventas otra cosa y linchas el erróneo pasado del error que tal vez no lo sea tanto sino un capricho casquivano.
Todos erramos pero a nadie nos gusta que nos lo digan. Está uno tan seguro de si mismo que choca con el vidrio donde no hay puerta.
Cuando estás del otro lado del vidrio sabes que estás del otro lado. El error que fue el vidrio ahí está y quieres romperlo para que sea tu puerta correcta.
HASTA PRONTO.
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA




