He visto cómo pasan los días, ágiles entre los árboles. Los he visto cruzar inesperados el hueco de la memoria. Los he visto reunirse en las esquinas y volar con los pájaros negros de esta ciudad.
Debería haber un día del día. Así como hay un día antes y un día después de tal fecha. Contados, los días son infinitos y de lejos se ven iguales. Hay días tan diferentes, días alegres y tristes, bipolares. Hay días inolvidables y los olvidados.
Tomas un día y lo pasas, lo tienes y se e va con las tardes. Los días están a la vuelta de la esquina, donde hay una escuela con su historia dicha en el foro durante el aniversario. Existen los días contados para que venza el plazo, los días del calendario que se fueron arrancando.
Un día eres niño y al otro eres adulto.
En medio hay días terribles, luvias intensas, sequías, días largos y cortos. La ropa crece al ritmo de la gente o se va haciendo corta, eso depende de la noche y de las emociones.
En la intimidad del día se guardan secretos espantosos, monstruos de la guerra perdida en la desesperación y la ansiedad, de pronto surge un poema que se va diciendo entre los dientes de entonces.
En su desfile, cada semana tiene su casa. El último día descansa del tiempo y del reloj de pulsera. Cada semana es un trenecito con siete llantas. Cada llanta reina 24 horas y se forma. Son los días y su locomotora eterna, el tic tac que repiquetea, un tambor a mediodía del mundo.
Todavía no dicen el día del apocalipsis. Ignoran cuándo llegamos al planeta y nos imaginamos el mundo. El día es un pretexto para abrir los ojos y ver el fondo de la calle donde la mirada se pierde. El día vuelve por la mañana bajo otro nombre.
Un día dejas de ir y te quedas, pero el día avanza y te cansas. La rutina da vueltas a la calle mientras comes y sin decir a nadie vuelves a quedar dormido. La noche es la oveja negra de la familia.
Los días se esperan y- así como hay de aquellos de días que no llegan el mercado- los días ofrecen los días que llegan rápido aunque no quieras.
Todos los días son hoy. Son el cuerpo y el instante efímero e imaginario, el espacio, el dulce en la boca, el claxon en los oídos, los ojos llenos de tierra y remolinos. Con los días te vas viendo al espejo que envejece. Días lluviosos y soleados, civiles y soldados escribiendo un cuento corto en lo que dura un café negro.
Detrás de la cortina estaba el día esta mañana. Lo ví apenas abrí los ojos y se fue yendo despacio hacia el occidente. Lo anoté en el cuaderno, le puse un número y cerré el diario. Comenzaba a oscurecer cuando cerré la cortina de mis ojos.
Al paso de los días fue como se desarrolló la historia.
El día menos pensando fue en el que sucedieron las cosas. Nadie pone la fecha exacta en un calendario divino. El mundo es un reen caminando alrededor de una esfera. Pero el día va diciendo por donde hay que ir a dormir esta noche.
Los días más fugitivos prevalecen. El tiempo de cristales en añicos, tañido de campanas de un pueblo lejano, se escucha hasta que llegue otro.
Es necesario un día completo con un receso para la comida, ir y venir a casa. Lleva un día así con el mismo dolor pero dicen que el tiempo cura todo y que cien años son nada sin democracia.
En días pasados hizo calor, así son los días, buenos días, dice la gente para saludarte.
Y los días son promesas, falsos pronósticos, días santos y días de muertos, días libres y de descanso en el puente, antier y pasado mañana. El día que quieras o cuando se te dé la gana.
Los días son inventos del interesado, pasatiempo favorito, libro leído de nuevo con intervalos, los días son imaginados primero y luego escritos en el diario de lo inexplicable.
HASTA PRONTO.
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA