6 julio, 2025

6 julio, 2025

Conversaciones con el señor presidente

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

TAMAULIPAS.- Busco por los rincones y a cielo abierto, en el desierto y entre la gente, algo que sostenga el motivo que me trajo a este día.

Encuentro otras manos distintas a las mías y algunas parecidas con los dedos torcidos o bien cuidados del que escribe. Escarbo en la mente cochambrosa, para sacar suerte de poeta, de escribidor extraño de otro planeta.

Encuentro otro yo en casa perdido en la alasena, en la ladera de la mesa donde hay pasado de objetos y futuro, como el nuestro, de un lector incómodo ante un caprichoso escritor de pacotilla. La llave gotea dos veces seguidas y luego se detiene.

Es un telegrama y leo lo que dice la clave. Hay señales y huecos dejados a propósito después de la guerra. Sobre mí pesa la sombra del techo. Alguien, nunca he sabido quién, inventó las casas como estas desde donde no veo el cielo.

Me doy mi taco apenas sé lo que busco sin hallar. Apenas sueño sin gallo hasta el mediodía del que recuerda y ve la hora. Ya pasó el vendedor de nieves religioso hasta la médula. Hace sol a medias y llueve en cada cuerpo el ansia y la necesidad de una pregunta con respuesta y no esta soledad pecho a tierra. Escribo al árbol que mueve sus ramas y sacude el viento entrometido.

Conozco el juego de cerrar las puertas abiertas a propósito. Al día no le importa si es día. Uno como yo lo entiende a mediodía y llega a la tarde sobre la barda que lo protege de una parvada de pájaros. El día consolida la inutilidad del tiempo, dice que se va y no es verdad. Estoy despierto con los ojos cerrados y los abro por si una palabra, por si un sonido de la luz que entra por todas partes. ¿Qué hay qué hacer señor presidente? No planché los pantalones para meterme a esa casa de trapo. Circulo y me detengo en el rostro que moja una lágrima.

En el domicilio del 106 a mitad de la razón que no buscaba, conozco los pasos de memoria en varios idiomas. En señas y gestos sé cuando se mueve algo y dónde hay un orificio en el que cabemos todos. Estoy bien señor presidente.

No tengo nada, lo que se dice nada. Y eso supongo es mejor que todo porque no se me ha ocurrido nada para pintar mi pelo y dibujar el tatuaje de una hormiga colorada. En mi tramo la silla es cama y la cama celosa de pronto es silla y es mesa servida.

Con el vacío de una copa dibujo un círculo cuadrado que aprendí en la grilla. Con las manos el vaso sostiene los dedos y las uñas de un cigarro.

Aprendo para no repetir el escenario, sé demaciado del cuarto. Debería desaprender a quererme para sacar la basura a la esquina contigua. Hay también una viga en el ojo que no veo, yo mismo encajé una piedra en donde no había con qué tropezar. Leo los dientes que comerán prógimo. Abrazo un saludo que escucho desde la calle que va a otras ciudades.

Pero estoy aquí con usted señor presidente soy el remitente de la esquina del sobre con el número 106 en el frente. Nadie me vio llegar porque no he partido. No huyo de donde es refugio. Mi escondite más que escondite secreto esta confesó.

Soy prófugo que siguió siéndolo a pesar del tiempo en que su perseguidor, aquel viejo amigo, se convirtió al evangelio. Soy un pájaro caripotaporo como todos. Nadie me ha visto volar y por eso lo digo. Nadie va a investigar, pues se conforman con lo que escribo y saber leer las entrecomillas del cuaderno oxidado.

Con colores raspados de la pared pinto en los derrumbes de la calle. Abajo, el lienzo es la raíz de música no escuchada, el timbre es de una vieja puerta que nadie vigila.

Estoy sólo. Esto y lo otro ya vinieron y se fueron. Quedo yo dicho y hecho en la figura del lienzo efímero. Yo ya dije todo, sigue usted señor presidente. HASTA PRONTO.

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

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