La pregunta cayó sorpresivamente en la plática entre amigos:
¿Por qué casi nadie quería a Américo en el PRI?
La referencia era a Américo Villarreal Anaya, ahora senador y aspirante cantado a ser candidato de MORENA al puesto que desempeñó su padre, el gobernador del mismo nombre.
Quien escribe se atrevió a ofrecer una posible respuesta, que aquí expongo.
En el partido tricolor, el de hace algunos años, el Santo Grial para sus militantes era un factor que en la actualidad se ha convertido en casi una pieza de museo en esa parcela: La disciplina.
Ese atributo exigía muchas cosas, en especial adoptar como propios al precio que fuese –perder amigos, arruinar una carrera política o exponer patrimonios personales– los problemas del partido y de sus próceres, fueran éstos gobernadores o presidentes de la República.
Américo no asumía esa postura a rajatabla. Como su padre solía hacerlo, procuraba alejarse de las confrontaciones y siempre en primera instancia optaba por buscar caminos para allanar asperezas, en lugar de abrir trincheras de combate. Esa aparente tibieza le ganó en gran parte la animadversión de sus compañeros partidistas, que le acusaban de no ponerse la camiseta hasta pintársela en el cuerpo.
El tiempo demostró que Américo tenía razón. No sólo por no dejar en el camino rivales cargados de resentimientos o anhelos de revancha, sino por lo que ahora sucede: Esa forma de percibir
el trabajo político –quedar bien con casi todos como regla de oro– es lo que precisamente parece ubicarlo hoy en primera fila entre los aspirantes a ser quien busque por Movimiento de Regeneración Nacional la silla del poder estatal en Tamaulipas.
Queda claro hasta para los legos en la materia que en gran parte gracias a esa visión, el ex Subsecretario de Salud en tiempos de Egidio Torre tiene en estos momentos un pie delante de los demás aspirantes, como se confirmó en su informe del pasado lunes, lo que ciertamente de ningún modo significa que ya sea el ungido, como lo apuntó el propio Mario Delgado, el dirigente nacional oficial de esa facción.
Si a lo anterior agrega la relación de afecto poco conocida que existía entre Andrés Manuel López Obrador y Américo Villarreal Guerra, se conjunta un escenario que los apostadores pagarían cinco a uno a favor del médico, quien en estos momentos se encuentra como los pilotos de Fórmula Uno en una carrera de Gran Premio: Primero en la salida, pero con 19 más detrás de él, dispuestos a todo para alcanzarlo y rebasarlo.
Veremos si alcanza Américo el sitio de honor en ese pódium…
¿ENEMIGOS EN CASA?
En el mismo escenario, en el informe de Américo, la nota encubierta la volvió a dar el líder del Senado, Ricardo Monreal.
Vaya lobo de mar que es el zacatecano para enviar mensajes que a pesar de ser cifrados son de lectura fácil. En una entrevista a medios de comunicación, Monreal señaló en forma textual que en Tamaulipas, “si hacemos las cosas bien, en un proceso que no se divida, vamos a salir adelante”.
Aún fue más incisivo: “Lo importante es unificar criterios, depende mucho del proceso interno y que no nos dividamos, esa es la clave para sacar adelante la elección del año próximo”.
El pronóstico monrealista, en la percepción de su servidor, se transparenta: Si no se consensa debidamente la designación del candidato, por sobre la lealtad al presidente MORENA se podría convertir en un mercado persa donde todos tratarían de vender su mercancía como si fuera oro y al mismo tiempo intentarían hacer trizas a sus competidores, en una réplica del viejo refrán mexicano que habla de amores: “Si no eres para mí no serás de nadie”.
La advertencia queda clara: Si no cuidan esa unidad que hasta hoy existe sólo en el papel, el peor enemigo de MORENA no serán los demás partidos. Serán sus propios militantes.
¿Así o más claro?
LA FRASE DEL DÍA
“La misión de los políticos no es la de gustar a todo el mundo”…
Margaret Thatcher
POR JOSÉ AZPEITIA
@LABERINTOS_HOY