TAMAULIPAS.- En las últimas cuatro décadas, la economía ha experimentado transformaciones significativas que han dado lugar preponderante al mercado para que sea éste el que determine la trayectoria en el crecimiento y desarrollo de la economía.
Estas transformaciones se presentaron a través de la desregulación del sistema productivo, la privatización del sistema financiero y la menor captación de recursos por parte de los gobiernos para intervenir en los desajustes que se manifiesten en la economía.
La liberación del mercado se fundamentaba en el hecho de que habría mayor competitividad en el mercado, lo que representaría mayor inversión y creación de empleo.
Además, la presencia de mayor inversión extranjera en los diferentes sectores económicos traería la implementación de nuevas tecnologías con lo que se elevaría la productividad del capital y el trabajo.
Sin embargo, después de cuatro décadas, la realidad es que para la mayoría de la población no se observan mejoras; por el contrario, actualmente tienen que trabajar jornadas más amplias (tanto hombres como mujeres) percibiendo salarios reales menores, esto significa que el mercado de trabajo se ha precarizado. El sistema financiero no ha sido capaz de actuar como un mecanismo que permita la accesibilidad al crédito para la inversión física y de esta manera constituya un componente clave en el crecimiento económico y la generación de empleo.
Por el contrario, se ha promovido el crédito al consumo el cual genera ganancias rápidas para los bancos, y que por el contrario tienen efectos perversos para la economía; sin embargo, esto último poco les importa a los bancos, cuando se ha creado un mercado de financiamiento al consumo que les representan generosas utilidades a sus filiales.
En cuanto al ahorro, para la mayoría de las familias mexicanas es algo que cada vez conocen menos, y con justa razón.
Actualmente, el sistema financiero poco se ha preocupado por promover el ahorro en las familias de mediano y altos ingresos. Las tasas de interés que ofrecen son muy bajas; en algunas ocasiones cubren los efectos de la inflación, por lo que únicamente se mantiene el poder adquisitivo a lo largo del tiempo.
Por otro lado, la falta de liquidez de los gobiernos es producto de una falta de crecimiento de la economía, mala prácticas de los servidores públicos, la creciente economía informal y deficiente política fiscal, lo cual ha impedido que el gobierno sea capaz de intervenir en rubros básicos como salud, vivienda, educación y alimentación.
Ante este escenario, se requiere un modelo distinto, en donde el desarrollo económico se convierta en el objetivo central del mismo. Esto significa que se tendrá que incentivar la inversión pública y privada productiva, que permita elevar el nivel de empleo, mejorar los salarios y las jornadas de trabajo.
Se requiere un gobierno con contrapesos, regulado para que sus acciones sean definidas con el objetivo de mejorar el bienestar social. Asimismo, un sistema financiero que incentive el ahorro y la inversión.
Pero por encima de lo anterior, se requiere una transformación de la sociedad. Es indispensable que ésta sea más participativa en las decisiones públicas de los diferentes gobiernos.
No es posible que continuemos con el argumento de que el mercado se auto regule y sea eficiente, porque en ausencia de competitividad en los mercados, éstos no funcionan y el resultado es una sociedad con unas tendencia a la precarización y con graves problemas sociales. ¿Usted, qué piensa?
REFLEXIONES EN ECONOMÍA / JORGE ALBERTO PÉREZ CRUZ
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— Expreso (@ExpresoPress) January 5, 2021




