Por fin López Obrador le atribuye algo bueno a gobiernos anteriores. No por las buenas razones, pero reconoce al neoliberalismo como al “creador o impulsor”… “de los llamados nuevos derechos”: el feminismo, el ecologismo, la defensa de los derechos humanos (sic), la protección de los animales.
Acepta que todas estas causas son muy nobles, pero, faltaba más, los neoliberales las promovieron no porque creyeran en ellas, sino como meros distractores: “muy nobles todas estas causas, muy nobles, pero el propósito era crear o impulsar, desarrollar estas causas para que no reparáramos en que estaban saqueando al mundo.
Más todavía, se inventaron para que la desigualdad en lo económico y social quedara fuera del centro del debate. Por eso no se hablaba de corrupción, se dejó de hablar de explotación, de opresión, de clasismo, de racismo”.
Esta barbaridad está plagada de incongruencias y falsedades. La única verdad es que a López Obrador le tienen sin cuidado los derechos humanos y todas las causas que él no controla o que no son de su creación.
De ahí su manía por crear nuevas instituciones y sustituir en lugar de mejorar las existentes. ¿Exagero? Vayamos entonces no a los dichos, sino a los hechos.
Los derechos humanos le importan un bledo. Uno. Los derechos humanos fueron reconocidos por diversos gobiernos hace más de dos siglos. Globalmente o, para no exagerar, desde 1948, se firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
No son un invento del neoliberalismo. Dos. Las mujeres han luchado por sus derechos desde hace dos siglos de manera más o menos articulada. Por sólo mencionar un ejemplo, las suffragettes —organización de las mujeres en favor del voto— datan de 1903. Me imagino al primer ministro británico conservador —Arthur Balfour— oponiéndose al movimiento, pero no argumentando que era un distractor para que los laboristas cometieran un saqueo.
Tres. ¿Nombró a una experta en derechos humanos en la CNDH con alguna trayectoria en el impulso de su defensa jurídica, social o intelectual? No. Escogió el 95% de lealtad y 5% de capacidad para el puesto, incluso violando la ley pues pertenecía a un partido político, lo cual prohíbe la Constitución. Subordinó, a través de un nombramiento, a un órgano autónomo.
Los resultados están a la vista. La defensa de los derechos de los ciudadanos frente a los actos de autoridad quedaron en el olvido y las acciones de inconstitucionalidad y controversias constitucionales también.
Cuatro. ¿Ha hecho algo por alguna de las causas de las mujeres? No. Cerró las estancias infantiles y los refugios; intentó a través de la Fiscalía desaparecer el delito de feminicidio.
En otro orden de cosas, condena las marchas; permitió y apoyó, sin promover antes una investigación, la candidatura de quien había sido acusado de violar mujeres y, cuando las autoridades electorales le negaron el registro, recurrieron a la maña de postular a su hija.
Pasea por Guerrero y le dice a las víctimas que la venta de niñas “no es la regla” y que, en todo caso, él no fue a tratar ese problema.
Finalmente, cuando la SCJN emite una sentencia claramente favorable a la despenalización del aborto, el hombre del billón de palabras de casi mil mañaneras dice que él no se mete ni opina sobre lo que dice la Corte. Esto cuando una y otra vez se ha pronunciado sobre el poder judicial diciendo, entre otras cosas, que “está podrido”.
Cinco. No cree en la más elemental de las normas de un Estado de derecho: la presunción de inocencia. Las tres leyes punitivas que planteó e hizo aprobar con su mayoría la violan y, curiosamente, en perjuicio de los pobres.
Las cifras de la investigación de Animal Político e Intersecta son contundentes: 130 mil detenidos en dos años en 21 estados (los que aceptaron hacer públicas sus estadísticas), la mayoría han sido acusados de pequeños robos o narcomenudeo y fueron enviados a prisión preventiva sin que se haya probado acusación en su contra; casi todos en situación económica vulnerable y que apenas cuentan con un abogado de oficio; estos abogados pueden llevar hasta 300 casos al mismo tiempo.
En Oaxaca y la CDMX, por ejemplo, el 100% de quienes ingresaron como presuntos culpables en 2020 están sin juicio y sin sentencia.
Seis. La literatura económica, sociológica y política de la supuesta época neoliberal, en México y el mundo, rebosa de literatura sobre pobreza y corrupción. También sobre desigualdades de todo tipo: de oportunidades, de género, educativa, en salud, en acceso a la justicia.
Siete. Preguntémonos, por último, qué pasó con su discurso de que pueblo no es tonto. Tantas y tantas décadas de defender los derechos humanos, los nuevos y los viejos, y el pueblo no se había percatado que eran un mero distractor para saquear a los pobres. Vaya incongruencia.