El nombre de Tampico es asociado con ciclones, como la ciudad de México con temblores. Los ciclones han azotado a Tampico desde tiempo inmemorial, hubo uno fuerte en 1903 y otro fortísimo en 1933 que hizo vivir a los tampiqueños de aquel entonces horas amargas y dejo una cauda de miseria, hambre y dolor.
Meses antes del primero, todo parecía tranquilo en la ciudad, pues a mediados de enero de 1903, entraron a Tampico los vapores noruego “Nord”, ingles “Austriana” y alemán “Sadinian” y salió el vapor americano “Séneca”. Para el 5 de febrero, de ese fatídico año, el gobernador Argüelles visitó el puerto jaibo, por la inauguración de las obras de drenaje de la ciudad.
El día del evento de arranque de obra, tanto él como don Alejandro Prieto, pronunciaron un emotivo mensaje a los pobladores. Por la tarde, el gobernador de Tamaulipas colocó la primera piedra de los trabajos de reconstrucción de la plaza La Libertad y por la noche, se le ofreció un banquete en el Hotel Central, el cual estuvo muy concurrido.
La población estaba adornada con banderolas y las músicas estuvieron tocando todo el día en las plazas. La población jamás imaginó que un fuerte ciclón los golpearía y que la fiebre amarilla causaría numerosas muertes en el lugar.
EL FENÓMENO SE FORMÓ EN EL CARIBE
A mediados de 1903 se había formado al Sur de la Isla de Santo Domingo u fuerte ciclón, siguiendo su trayectoria al N. O, cruzando por Jamaica, para después situarse al Sur de La Habana, por lo que en ese tiempo puso en gravísimo peligro las embarcaciones que surcaban el canal de las Bahamas; acercándose después a la Península de Yucatán.
A las tres de la madrugada del 12 de agosto de 1903, estaba al Sur de la Isla de Cozumel, cruzando después la porción N. E de la Península, pasando por Punta Arenas, al Norte de Progreso.
La violencia del fenómeno era bastante sensible, por lo que desde su arribo a playas mexicanas las pérdidas sufridas fueron considerables. El Observatorio Meteorológico Central había avisado oportunamente a los puertos del Golfo, respecto a la perturbación atmosférica que se hacía sentir y que amenazaba abarcar toda la costa. Debido a ello, las embarcaciones procuraron guarecerse y tomaron las providencias necesarias para evitar mayores males.
EL FENÓMENO SE ACERCÓ A TAMPICO
El fenómeno se internó en el Golfo de México el día 14, a las seis con veintitrés minutos de la tarde, acercándose mucho a Tampico, donde se izaron banderas que anunciaban la proximidad del ciclón, después del aviso respectivo a consignatarios y marinos.
A las tres de la madrugada del sábado 15 de agosto de 1903, comenzó a soplar un viento huracanado en el puerto tamaulipeco, acompañado de lluvia persistente, que hizo comprender que el ciclón se aproximaba. El viento de 121 kilómetros por hora ocasionó que los techos fueran arrebatados como si fuesen de papel, y lanzados a grandes distancias.
Los arboles eran arrancados de cuajo y las casas sufrieron muchísimos daños por lo que algunas de ellas fueron arrasadas por completo.
A las nueve de la mañana se sintieron los vientos más fuertes, los cuales fueron acompañados de una lluvia torrencial, depresión barométrica mínima de 744 milímetros, y temperatura de 23 grados centígrados.
La noche del sábado, el ventarrón se convirtió en una terrible tempestad acompañada de fortísimos aguaceros. El domingo y algunas horas del lunes 17, la lluvia no dejó de caer, y hubo ocasiones que el pluviómetro llegó a marcar una cantidad de agua de una pulgada por hora, cifra que hasta ese día no se tenía memoria, según la prensa. La cantidad de lluvia y fuerza del temporal, hicieron desbordarse algunas corrientes que destruyeron algunos puntos, inundaron otros lugares habitados y destruyeron algunos plantíos.
EL RECUENTO DE LOS DAÑOS
La estación del Ferrocarril Central sufrió grandemente, al grado que, según noticias, fueron arrebatados por el viento los techos, y sólo quedaron en pie las paredes.
Los carros eran arrastrados en la vía, no obstante estar agarrotados, o bien eran sacados de la vía y volcados por la fuerza del viento. La Empresa Central poseía para la carga y descarga, dos buques de pequeño calado. Uno de ellos se fue a pique y el otro se estrelló en la playa, pereciendo un tripulante. El hospital de La Barra, también fue casi completamente destruido, lo mismo que el mercado. Algunas fincas fueron notables prejuicios: la entonces nueva Aduana, la finca en que estaba el Correo, el Juzgado de Distrito y la habitación del administrador, el cuartel federal, la casa Saunders, el Banco de Tamaulipas, la casa de vice cónsul alemán, el galerón del comercio — que se vino completamente abajo—, el cobertizo de embarcaciones de la Aduana, la refinería de Wters Piercel Oil, Co., la Sección de la Aduna en la Barra y otra porción de pequeñas casas en distintos rumbos de la municipalidad de Tampico. Por los derrumbes resultó muerto un hombre y resultaron varios con contusiones.
Un piquete de la Guardia Nacional se ocupó en abrir pasos, quitando los árboles derribados, los molinos de vientos y los escombros de las casas que cayeron. Buena parte de las líneas telegráficas fueron derribadas, y esto ocasionó que las noticas no fueran completas, desconociéndose con exactitud, las relaciones de los pueblos aledaños donde se dice que con más fuerza azotó el fenómeno.
Por si no fuera poco, el correo también se vio afectado, pues en esa época esa tarea se hacía a caballo y en los municipios aledaños era imposible salir por las torrenciales lluvias.
La prensa porfiriana hizo mención que las líneas telegráficas destruidas fueron las de Ozuluama a Tampico, de Ciudad Valles a Pánuco, de Cerritos a Ciudad del Maíz, de Linares a Ciudad Victoria, de Santander Jiménez a Ciudad Victoria y de Soto la Marina a Presas (hoy Aldama). La prensa de la Ciudad de México siguió muy de cerca el fenómeno El diario El Tiempo, informaba a sus lectores el 22 de agosto de 1903, que, según los informes comunicados por el Observatorio Meteorológico Central, el 18 de agosto, los avisos que emitieron fueron oportunos, evitando que hubiera mayores pérdidas, añadiendo que sólo tres botes se perdieron, perdiendo un tripulante.
Dicho periódico añadía que, los destrozos ocasionados fueron el derrumbe de algunas fincas y algunas casas que resultaron destechadas. También dijo que cuando inicio, el 15 de agosto, los vientos recorrieron del cuarto cuadrante hasta el segundo, siendo el de mayor fuerza de 121 kilómetros por hora, rumbo SW.
DÍAS POSTERIORES FUERON INCIERTOS
En el ciclón de Tampico de 1903, se calculó en más de doscientos mil pesos el total de las pérdidas sufridas, según lo informó el Administrador Jefe de Puerto, don G. A. Curtis. En los días posteriores las actividades en el puerto continuaron normalmente: “[…] no obstante hallarse todavía bajo la impresión del ciclón, que hizo muchos perjuicios, causando pérdidas que importarán algún dinero para repararlas”.
Por si esto no fuera poco, Tampico y gran parte del Sur de Tamaulipas sufría de una terrible epidemia de fiebre amarilla que tenía azolado a los habitantes, por lo que las torrenciales lluvias también contribuyeron a la propagación del mosquito transmisor de también llamado vomito prieto.
Con motivo de ese terrible ciclón no habían podido entrar a Tampico embarcaciones ante el temor de zozobrar. “[…] el horrendo ciclón parece que ha calmado y el día de ayer [22 de agosto] ya comenzaron a entrar al puerto algunas embarcaciones”. Días antes había fondeado el vapor americano “Santiago” que zarpó algunas horas después y enseguida entró el vapor nacional “Puebla”. Se decía que los perjuicios dejados por el fenómeno no eran fáciles de que pronto se repararan, pues la destrucción de las vías telegráficas había sido general y necesitaban de varios días para su reparación. El tráfico ferrocarrilero con Monterrey se vio totalmente interrumpido. Ocho días después, culminaron las reparaciones de los desperfectos que había sufrido esa vía.
HUBO OTRO CICLÓN DÍAS DESPUÉS, PERO SE DESVIÓ
El 12 de septiembre de 1903, otro fenómeno pasó de largo sobre el Golfo y pegó en New Jersey, Estados Unidos. El fuerte oleaje y los vientos moderados del huracán volcaron varios barcos a lo largo de la costa Este; 30 personas quedaron desaparecidas y se presume que murieron en un naufragio en Chincoteague, Virginia . A lo largo de la costa, 57 personas murieron debido a la tormenta. En Nueva Jersey, el huracán causó graves daños, particularmente cerca de la costa y en Atlantic City. Decenas de edificios resultaron dañados o destruidos, y los daños en todo el estado ascendieron a $ 8 millones (1903 USD).
En la ciudad de Nueva York, los fuertes vientos interrumpieron el tráfico, cerraron negocios y volcaron vagones, con muchas ventanas y techos dañados. En Long Island , el presidente Theodore Roosevelt experimentó directamente los efectos del huracán mientras estaba en un yate. La vida del presidente estuvo brevemente amenazada por las duras condiciones, aunque ninguno a bordo del yate sufrió problemas por el huracán.
POR MARVIN O. HUERTA MÁRQUEZ