El asesinato del empresario Sergio Carmona vino a ensuciar irremediablemente el proceso electoral de Tamaulipas.
Lo que debió ser un hecho policiaco se tornó político de inmediato, porque el apellido Carmona ya se mencionaba con insistencia desde hace semanas en el estado.
La razón: dos hermanos reynosenses cobraron notoriedad por su inversión en la política, a la que le apostaron desde hace al menos tres años, como si se tratara de uno más de sus lucrativos negocios.
El principal, que les dio dinero y poder, pero también múltiples señalamientos de ilegalidades, fue el manejo de combustibles a través de la frontera.
A partir de ahí, construyeron un emporio empresarial que los convirtió en poderosos contratistas del sector público, y con el tiempo, benefactores de políticos en su estado natal, pero también en Nuevo León y otras entidades.
Por eso, nadie que tenga dos dedos de frente podría negar las claras implicaciones políticas del crimen.
Y sobre todas las dudas en torno al caso, por ejemplo descifrar a quién pudiera beneficiar este desenlace, queda claro que para el morenismo en su conjunto resulta muy difícil esquivar el golpe.
Es otra prueba de fuego para los embajadores de la Cuarta Transformación en Tamaulipas.
Por lo pronto, algunos pintaron su raya.
El alcalde de Reynosa, Carlos Peña Ortiz, ayer utilizó una extraña selección de palabras para deslindarse: “Yo nunca tuve relación con ellos, soy de los pocos que
no recibió dinero en efectivo, de los pocos que no recibió dinero en especie, de los pocos que se deslindó cuando estaba vivo el señor”.
Es decir, negó las acusaciones en su contra, pero prendió el ventilador y lo dirigió hacia otros morenistas.
Rodolfo González Valderrama envió al periódico Reforma un descargo por la publicación en la que también lo señalaban como beneficiario de los empresarios: “En el actual ejercicio de mi encargo público recorro y visito los municipios del estado, donde he conocido a muchas personas a quienes escucho y con las que dialogo, aunque mi objetivo no es establecer vínculos sociales, personales o comerciales con todos a los que conozco en el ejercicio de mi función”.
El tema como era de esperarse también llegó al Congreso, donde los panistas -después de varias semanas de batallas perdidas- aprovecharon la oportunidad para contraatacar a la bancada que coordina Zertuche, quien tuvo que hacer malabares para pedir que se aclaren las relaciones de los Carmona, pero sin herir a ninguno de los aspirantes a la gubernatura.
Pero más allá de las responsabilidades que se repartirán -los que se puedan deslindar lo seguirán haciendo en los próximos días- el hecho irrefutable es que un crimen de esta magnitud, aunque no ocurrió en territorio estatal, enturbia el proceso cuando todavía no empiezan siquiera las campañas.
El fantasma de la violencia, la amenaza criminal, una vez más recorre Tamaulipas. Mala noticia.
POR MIGUEL DOMÍNGUEZ FLORES