TAMAULIPAS.- Llega el final de un nuevo ciclo calendárico. Es momento de los propósitos, de mirar al futuro con buen ánimo. Pero san Silvestre se va a topar aquí con muchas almas débiles o quebradas. Quizá sea el mayor daño a nuestra nación.
La realidad no da tregua. Cuando pensábamos ver la luz al final del túnel, aparece ómicron. A pesar de la baja letalidad, su capacidad de contagio exponencial lo convierte en un poderoso enemigo. Los pronósticos son ominosos: hospitales saturados, enfermos sin atención. Hay más incertidumbre económica después de dos años de sacudidas. Los escenarios de crecimiento de México van mal; en el 2021 quizá llegaremos al 6% y para el 22 los cálculos de Banxico son de menos de 3 por ciento.
Cuarto año de gestión con una alta probabilidad de números rojos al cierre sexenal. El PIB nacional podría recuperar el nivel previo a la pandemia para el 24, seis años perdidos. Pero lo más grave es que el PIB per cápita ha caído y mucho, por el crecimiento demográfico, y ahora por la nueva amenaza: la inflación.
Rondaremos el 8% este año y, si todo sale bien, el 4% en el 22. A Banxico le tocará el impopular e incomprendido papel de atajar al demonio inflacionario, que siempre daña a los más pobres. Pero las políticas monetarias no son una varita mágica en ese tema. En el trienio 2019-21 los hogares mexicanos se empobrecieron y endeudaron. Llueve sobre mojado.
Por si fuera poco, Banxico también debe tratar de retener los muchos capitales que huyen. Sin crecimiento sólido, con inflación y hogares endeudados, el PIB per cápita podría recuperarse hasta el 26. La violencia creció casi un 11%, 90 asesinatos diarios. Los delitos totales se acercan a los 2 millones por año.
La estrategia no funciona, 123 instalaciones para la GN, más de 100 mil elementos pero… no hay resultados. Podríamos seguir con el recuento: salud, educación, caída en la inversión, negación de las energías renovables en un país privilegiado, desaparición de fondos estratégicos para enfrentar eventos catastróficos de familias de bajos recursos o situaciones naturales que derivan en catástrofes y Tula, por ejemplo. Pero san Silvestre se deprimiría.
Es noche de propósitos. Seguir conteniendo la embestida contra instituciones es prioridad. Regresaremos al galimatías de la revocación. Necesitamos inversión y para ello la certidumbre institucional es imprescindible. La ciudadanía es parte de ella. Frenemos bravuconadas como la reforma eléctrica que ya nos está costando en inversiones retenidas.
No permitamos que nos distraigan. Un ejemplo, llevamos meses en una confrontación artificial: los sueldos del INE vs. la consulta. El consejero Uuckib Espadas ha ridiculizado el argumento: si todos los consejeros se recortaran 50% sus sueldos, se requerirían 324 años para acumular lo necesario para la consulta.
Reiteremos la larga lista de fracasos, no con el ánimo de confrontar, sino para buscar alguna corrección en el rumbo, medicinas por ejemplo. Lo de Birmex es una barbaridad: de productora a distribuidora. Éramos autosuficientes en vacunas. Recuperemos la discusión sobre el estado de la niñez, de la cual se habla poco, y propongámonos un balance de los daños educativos y emocionales causados por la pandemia. Exijamos un plan de emergencia.
Defendamos a capa y espada a las OSC que —hoy más que nunca— demuestran su utilidad. ¿Qué haríamos sin la información que generan? Revaloremos el papel de las empresas como creadoras de empleo y prosperidad.
No permitamos estigmatización alguna. No toleremos las agresiones verbales a periodistas y medios, son ataques a la libertad de expresión. Observemos con mayor atención al mundo y sus cambios, pues nos están aislando. Registremos los parques eólicos en el mar y los fotovoltaicos en desiertos e imaginemos el potencial de nuestro país. Exijamos seriedad.
Ante la miopía, no perdamos visión de futuro. México es un gran país. No nos cansemos. Recuperemos el ánimo. El declive ya comenzó.
SEXTANTE / FEDERICO REYES HEROLES