Con humor popular se repite la consigna de que un gobernante nos llevaría a ser como Dinamarca o quizás Suiza o España o cualquier otro país imaginario al que aspiramos al renegar del nuestro. Pero esto nunca va a suceder, sin la decisión ciudadana de cambiar el rumbo.
Renegamos de los gobiernos paternalistas y de la política asistencialista qué, como aseguran los analistas, es solo populismo, pero no queremos que se nos impongan más leyes y menos respecto al comportamiento social. O sea, sí hay que cambiar, pero que cambien otros. Nos han desilusionado todos los partidos políticos, sí he escrito todos los partidos y sus políticos, ya que cada vez estamos más incrédulos ante las promesas electoreras, la apatía por lo público nos sobrepasa y ya mejor nos atenemos al “más vale malo por conocido que bueno por conocer” o “él todos son iguales, aunque bien sabemos que hay otros peores”.
Sin embargo, parece inevitable, los mensajes políticos aumentan a diestra y siniestra lo que se calienta más el ánimo social, de nuevo las conversaciones digitales y presenciales, versan sobre los precandidatos, no hubo precandidatas, y a la par vuelven las restricciones por el protocolo sanitario que busca, sin conseguir, parar la movilidad humana. Y podrán pararse las clases, el trabajo, el comercio, las fiestas y hasta los velorios, pero no los actos propagandísticos Otros países han vuelto al confinamiento, al tele trabajo y a sancionar a los ciudadanos que no obedecen las reglas sociales que trajo la pandemia del Covid 19, pero no, no somos como Dinamarca, ni lo seremos porque no estamos dispuestos a responsabilizarnos del espacio común.
Antes de las fiestas decembrinas se nos advirtió, que sí se incrementaba el movimiento de personas se incrementarían los contagios, sí se iba de un lugar a otro nos llegarían nuevas variantes de virus, que sí bajábamos la guardia volveríamos a subir los índices de la enfermedad, que no es cualquier gripita, es un mal que esta deja secuelas, tanto en la salud física como en la mental.
No hace falta conocer métodos estadísticos para reconocer que estamos en un estado crítico, las largas filas que se ven en los laboratorios para hacer pruebas Covid y en las farmacias para buscar paliativos, están a la vista de todos, las confirmaciones de familiares y amigos que están con un contagio por vez primera o lo han adquirido otra vez, son el presagio de que la pandemia esta lejos, muy lejos de terminar.
Este tercer lunes de enero, que la mercadotecnia nos recordó como el día más triste del año, donde se vale llorar, poner sal a la herida, recontar los daños y ver muy lejos la luz al final del túnel es también fecha propicia para hacer una reflexión interna, para evaluar cuanto hemos aprendido en
el encierro, que hábitos hemos cambiado para ser mejores y sí es cierto que queremos salir de esta pandemia como una mejor humanidad.
POR GUADALUPE ESCOBEDO CONDE