VICTORIA, TAM.- El Caminante dio un triple salto mortal sobre su colchón al despertar repentinamente por la escandalosa sirena que empezó a sonar a las 2 de la madrugada.
El ruidazo era tan alto, que casi todos los perros de la colonia empezaron a ladrar y aullar al unísono.
No faltó una vecina que creyó ver el camión de bomberos o una ambulancia en las calles de tierra de esa colonia de la periferia.
Como alma que lleva el SAT, el reportero se incorporó saltando como resorte y de dos chanclazos ya estaba asomándose sobre el portón hacia la acera.
Primero pensó que alguien estaba tratando de robar su viejo coche Nissan Sentra… pero luego recordó que la alarma de su auto ya no funcionaba.
Empezó a voltear hacia la derecha, la izquierda, arriba y abajo y todo se apreciaba sin novedad, a excepción del ensordecedor ulular que alertó a todos los vecinos del barrio.
Uno, los habitantes de esa colonia asomaron sus cabezas despeinadas envueltos en cobijas y abrigos (pues el frío calaba bastante) haciendo gestos unos a otros tratando de adivinar de dónde provenía el escándalo.
Pero por más que indagaron no lograron dar con la mentada sirena.
Media hora después el ruido cesó. Pero solo algunos minutos después volvió a masacrar el silencio de la madrugada. Los episodios intermitentes se repitieron hasta las 8 de la mañana.
El Caminante, desvelado y molesto, se dió a la tarea de indagar el origen del mugroso ruido, pero no tuvo éxito.
El torturador escándalo se repitió una semana después… dos noches seguidas.
Un día mientras podaba uno de los árboles de su casa, Don Anubio, el velador, pasó a recolectar la cooperación.
– Oiga mi vela, tengo una duda, ¿Sabe usted de dónde suena la sirena esa por las noches? es que ya van varias desveladas que nos pone aqui en el barrio
– Es la alarma de un negocio de allá arriba, de la avenida sobre la loma
– ¿Y desde allá llega tanto ruido? ¡pero si son más de 500 metros de distancia!
– Así es ‘don’… imagínese a los que viven a un lado.
El asunto logró despertar en el Caminante más curiosidad y se dirigió a echar la platicada con los encargados del negocio al cual le fallaba la alarma de su edificio.
Al dialogar unos cuantos minutos descubrió que efectivamente el mentado aparato no estaba calibrado correctamente, sino que por alguna razón la falla se volvió más frecuente y ni oprimiendo el código de seguridad se apagaba la sirena.
– Y ¿han venido otras personas a quejarse con ustedes o a platicarles de este problema?
– Todos los lunes viene alguien como a usted a pedirnos… ¡a suplicarnos! que se arregle la alarma. Unos vienen muy enojados porque como nosotros no trabajamos los fines de semana, pues es mucho el tiempo que se queda encendida la sirena. Unos llegan como usted de manera educada a buscar una solución, pero otros vienen muy muy enojados a reclamarnos, un señor hasta golpeó el vidrio de la puerta al llegar y lo estrelló.
Pero el problema no acababa ahí.
– Al empezar este relajo, estuvimos tratando de comunicarnos con la empresa de seguridad por medio del ‘call center’ y no nos atendieron, nos pasaban de extensión a extensión y cuando finalmente parecía que dimos con la persona que ina a atender nuestra queja, nos cortaban la llamada – comentó una trabajadora del negocio – es muy cansado tener que explicar hasta cinco veces cuál es el problema con la alarma cada que intentamos que nos tomen el reporte.
Sin embargo, para este negocio, a pesar de que el equipo presenta la falla, lo que no falla es el cobro de cada mes.
– Enviamos un correo a la empresa detallándole que de no resolver la falla, cancelaríamos el servicio – comentó la empleada – y nos respondieron de forma amenazante que nos iba a salir muy caro pues se había firmado un plan forzoso de 18 meses y que ademas nos iban a cobrar una penalización… pero no dijeron nada acerca de reparar la falla.
– Y luego está el problema de la seguridad – agregó otro trabajador – porque al estar sonando la alarma, no acude ni la policía ni el personal de la empresa ‘de seguridad’ entonces ¿Para qué estamos pagando?
¡si no hay ni seguridad ni servicio ni nada! aparte de que ya nos causó un problema con muchas personas de los alrededores, vamos a tener que proceder por medio de la Profeco – finalizó el empleado.
Mientras son peras o son manzanas, todo este enorme sector seguirá desvelado por la escandalosa sirena de madrugada. Dios nos agarre confesados.
Por Jorge Zamora