MÉXICO.- La evaluación más precisa que se puede hacer sobre el primer año de Gobierno del presidente Joseph Biden quizás no sea la peor evaluación negativa con una media de desaprobación del 53.7%, ni tampoco la expectativa creciente del entusiasmo que está despertando el anuncio del expresidente Donald Trump para tenerlo como candidato presidencial en el 2024.
El dato más significativo representa la acumulación de evidencias de que la sociedad estadounidense se está corriendo otra vez hacia la derecha. Una encuesta de la empresa Gallup revela que la simpatía e identificación partidaria a favor de los republicanos aumentó en el año de gobierno de Biden de 25% a 28% y que la tendencia de votación a favor del partido de Trump aumentó en ese mismo año de 40% a 47%.
Y como parte del escenario de desarticulación política interna en Estados Unidos, el tema de una guerra civil ha vuelto a reactivarse ante la incapacidad del liderazgo del presidente. Las referencias a una posible guerra civil ya han ocupado las páginas de los principales diarios estadounidenses. Este realineamiento político de la sociedad estadounidense representa la peor calificación social que se le haya dado a presidente a alguno.
Los estadounidenses ven en Biden a un presidente ajeno a la realidad, pasivo ante las crisis, con una vicepresidenta ineficaz y sin la energía suficiente para tomar decisiones estratégicas serias y graves respecto a sus confrontaciones con el ruso Putin y el chino Jinping. A un año de distancia, la sociedad estadounidense no acepta ya que se siga culpando a Trump, y no tanto por alguna simpatía por el republicano, sino porque los estadounidenses están esperando decisiones concretas para encarar una crisis estratégica de sobrevivencia como nación peor a la de la Gran Depresión de los años treinta.
El consenso interno estadounidense que se logró con el papel fundamental de Estados Unidos, aliado a la Unión Soviética y Gran Bretaña, en la lucha y derrota contra la dictadura de Hitler, ya se terminó. En medio de un incremento de las críticas de sus aliados del complejo mediático de comunicación, Biden no tuvo otro camino que iniciar una fuga hacia adelante y anunció de manera oficial su presentación como candidato a la presidencia en 2024, acompañado de la también muy criticada vicepresidenta Kamala Harris.
En un editorial severo, el The Washington Post se refirió a “esperanzas frustradas”, sin duda un calificativo que minó la autocompasión y la evasión de la realidad de Biden. A un año de distancia de su toma de posesión, Biden ya no puede seguir ordeñando el fantasma de Trump, sobre todo por la decepción causada entre los estadounidenses por la falta de una investigación real en contra de los grupos ultraderechistas que tomaron por asalto el Capitolio el 6 de enero y por el temor del presidente de encarar de manera directa el poder y la responsabilidad de Trump en esos disturbios.
El problema de Biden no solo es Trump y los diferentes grupos de la ultraderecha que están posicionados en el seno mismo de la sociedad y que constituyen en la práctica casi la mitad de la población, sino que ha perdido su liderazgo al interior del Partido Demócrata: por maniobras de la reina Nancy Pelosi, todopoderosa jefa de la bancada demócrata en la Cámara de Representantes. Algunas de las iniciativas clave han sido bloqueadas, revelando con ello que el presidente Biden no tiene aquella experiencia legislativa de la que presumió por haber sido congresista a lo largo de treinta años.
En 2024 Biden tendrá 82 años y el presidente Reagan –que fue el de mayor edad– terminó sus dos periodos a los 78 años. La expectativa de tener como relevo de emergencia a la vicepresidenta Harris ha causado más preocupación que optimismo, porque la funcionaria ha encadenado errores en las agendas asignadas por el presidente Biden, entre ellas su estrepitoso fracaso en el tema migratorio. La mejor evaluación de Biden debe de hacerse con el contrapunto de Trump.
INDICADOR POLÍTICO / CARLOS RAMÍREZ