TAMAULIPAS.- Con cara de incrédulo el presidente escuchó el relato que hace tres años le confió una mujer con miedo, “temo por mi vida” le dijo de frente, pero no la escuchó, le trató como comúnmente trata este país a las mujeres, de exagerada, de ir por reflectores o con un trasfondo político, se verá su asunto laboral se le dijo entonces y ahora ya es parte de las estadísticas de muerte violenta.
El grito de auxilio desesperado de todas las mujeres resuena en todo el país, el temor de las mujeres periodistas se escribe en la historia cotidiana en tele, radio, televisión y prensa, basta dar una hojeada a los medios para enterarnos de los relatos de terror que manifiestan muchas comunicadoras, pero lamentablemente estos reclamos son minimizados hasta que la tragedia toca de nuevo a la puerta de Palacio Nacional.
El problema de Lourdes fue enfrentarse, con la ley en la mano, a su patrón, de ahí un litigio que le quitaría el sueño por una década, una visita, no de cortesía, pero sí de aviso al presidente de lo acosada que se sentía, de él la promesa vana de que se velaría por su vida. El mismísimo director de comunicación social Jesús Ramírez recibió la instrucción para salvaguardar a la comunicadora tijuanense.
Sin embargo, nada ni nadie puedo salvar la vida de la mujer. Las investigaciones del caso están en marcha, el presidente razonablemente pide no especular, pero aprovecha para echar más limón a la herida y le dice a la nación desde su púlpito que ese asesinato y otras calamidades son problemas que viene de tiempo atrás.
Los portales informativos con perspectiva de género documentan que Lourdes Maldonado es la tercera mujer periodista asesinada en el sexenio, y apenas vamos a la mitad, y en lo que va de este incipiente 2022 es la segunda en su localidad, Baja California. La valiente mujer que hizo las denuncias correspondientes, expresiones públicas para dar a conocer su situación, también era defensora de los derechos humanos y tendió redes de apoyo para comunicadores en México, Canadá y Estados Unidos, estaba bajo protección del mecanismo de seguridad que se implementa para periodistas en riesgo, pero todo falló.
Con impotencia, de todas latitudes, mujeres y hombres comunicadores recaban testimonios, adelantan investigaciones y exigen un Estado de Derecho para la prensa. Y la pregunta generalizada es: ¿Por qué no le creyó a la víctima? ¿Por qué minimizar lo que le pasa a una mujer? ¿Por qué si pidió auxilio, a tiempo, no se le otorgó? En México, documenta CIMAC, hay registros de 227 casos de agresión contra mujeres periodistas en el ejercicio de su labor, de enero a noviembre del año pasado. ¿Alguien escucha?.
EN BOCA DE TODOS/ GUADALUPE ESCOBEDO CONDE