MÉXICO,. Como el lenguaje político del poder tiene sus propios códigos secretos, el concepto de testamento político se ha sumado a la gramática de la sucesión presidencial como definición de escenarios transexenales. El presidente López Obrador creó un trasfondo político al proceso de sucesión presidencial que ha dominado el discurso y la acción del poder desde las elecciones de junio de 2021: el concepto de testamento va más allá del reconocimiento de escenarios temporales de vida, también rebasa la redistribución de bienes entre beneficiarios y fija en los hechos un programa político más allá de la temporalidad sexenal.
El único que dejó un testamento político fue el general Lázaro Cárdenas, pero el documento fue leído incompleto por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en octubre de 1971 en el primer aniversario de la muerte del general en el Monumento a la Revolución. El momento político era, entonces, de redefiniciones: Díaz Ordaz terminó su polémico sexenio, Echeverría rompió con su antecesor y comenzó una estrategia popular y se prefiguraban los indicios de un tenue poscardenismo.
El contexto del testamento político del presidente López Obrador de alguna manera prefigura las intenciones subyacentes: la votación para revocación/refrendo de mandato, la sucesión presidencial operada de manera directa desde Palacio Nacional, la rebelión del senador modernista Ricardo Monreal Ávila, el empuje decisivo al proyecto de restauración del Estado de bienestar con intervención directa en la economía, las reformas eléctricas y político-electoral que redefinirán el marco de la 4ª-T, alianza derechista PRI-PAN PRD-Coparmex bajo la batuta del jefe político de la coalición Claudio X. González, lo que dibuja un escenario de disputa por la continuidad transexenal del proyecto lopezobradorista o derrota en el 2024.
El testamento político del presidente López Obrador anticipa, aún sin conocerse su contenido, el marco referencial estricto de decisión de la sucesión presidencial y estaría confirmando los tres principios básicos de la selección del candidato sucesor desde la presidencia de la república: continuidad personal, de grupo y de proyecto. Nada tiene de objetable el anuncio de la existencia de un testamento político para el futuro del proyecto de la 4ª-T; en los hechos, en todas las sucesiones presidenciales el presidente saliente define por escrito o de palabra su plan transexenal y sobre esas razones se fundamenta la selección del candidato que competirá por el partido en el poder. La coyuntura de la revisión médica del presidente de la república cayó como anillo al dedo en el escenario sucesorio, porque toda afectación cardiaca suele despertar preocupaciones y expectativas y crear un limbo en los espacios de la élite del poder que de manera normal genera sobresaltos, tropiezos y falsas expectativas.
El presidente López Mateos arrastró una enfermedad cerebral en el último año de su gobierno, pero la mano férrea de su secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz, impidió una sucesión presidencial desordenada; en este sentido, la candidatura de Díaz Ordaz estaba cantada desde el principio, a pesar de que otros miembros del gabinete –entre ellos el insidioso Javier Barros Sierra y Raúl Salinas Lozano– quisieron aprovechar la debilidad presidencial para replantear el proceso sucesorio.
En este escenario se explicaría el ascenso del gobernador tabasqueño Adán Augusto López Hernández a la Secretaría de Gobernación que había sido desactivada y convertida en florero durante la gestión de la ministra Olga Sánchez Cordero. El nuevo funcionario ha sido una pieza clave para centralizar el funcionamiento político y burocrático de la 4ª-T y ahora se puede intuir que sería el albacea de los bienes políticos sucesorios del presidente López Obrador, sin descartarlo como precandidato presidencial.
No se repetirían las condiciones estrictas del modelo López Mateos-Díaz Ordaz, pero los escenarios políticos suelen ser previsibles e inesperados. En este contexto, el testamento político anunciado por el presidente López Obrador constituye el escenario que limita la sucesión presidencial de 2024.
INDICADOR POLÍTICO / CARLOS RAMÍREZ