VICTORIA, TAM., El Caminante salió de su trabajo nocturno alrededor de las 12 de la noche y sintió un pequeño ‘huequetito’ en el estómago.
Lo primero que pasó por su mente fueron unos ricos hot dogs de salchichón, por lo que torció el volante y enfiló rumbo a los ‘jochos’ de la central para visitar a su fiel camarada ‘el picas’ uno de los hotdogueros más recomendados de la capital.
El frío de la medianoche acompañaba al vago reportero, mientras «se le hacía agua la boca» solo de pensar en la riquísima cena.
De pronto volvió la mirada hacia el tablero de su viejo Nissan Sentra, y notó qué el indicador de temperatura estaba más arriba de la mitad.
Está señal de alarma lo hizo detenerse en una ancha avenida y rápidamente abrió el cofre de su auto, para agregar un poco de agua al depósito.
Sin embargo la ‘yoguita’ que cargaba consigo estaba vacía, así que se acercó a una tienda de conveniencia a comprar más líquido.
El indicador de temperatura volvió a descender y decidió abortar la misión de ir a cenar, pero al volver a acelerar, subiendo la Loma, el indicador de temperatura volvió a levantar la mirada a tres cuartos del reloj.
Sin embargo al estacionarse nuevamente notó que poco a poco la temperatura descendía.
Al día siguiente muy temprano, encendió su auto y ‘corriendito’ fue a buscar a su mecánico de confianza: ‘el pato’.
Ahí, el especialista en motores no tardó más de 5 minutos en diagnósticar la falla.
– Uy compadre, este radiador está hasta el tronco de mugre, hay sondearlo – le comentó el mecánico.
– Yo pensé que era la bomba del agua la que estaba fallando – dijo el Caminante.
– No cuando la bomba falla ya la temperatura no vuelve a descender mira – y destapó el radiador más no emergió compresión ni vapor, lo que indicaba que estaba tapado.
El Caminante tuvo que dejar su viejo Nissan Sentra en aquel taller de la calle Abasolo, pero confiado se que su gran amigo, el pato, los repararía de manera concienzuda y resolvería el problema que pudo haberse agravado si no se detecta va a tiempo.
los automóviles siempre han sido un dolor de cabeza para el Caminante, pues por su intensa actividad siempre se los acaba de volada, es decir ‘es bien lumbre’ para los coches.
Además, por no haber contado en años anteriores con un mecánico de confianza, le ha pasado una factura muy costosa.
En cierta ocasión se dejó convencer por un vivales, de comprar un auto que estaba yonkeado, garantizándole que solo era cuestión ‘de ponerlo a tiempo’ para echarlo andar, y que el dueño lo estaba rematando a un precio muy muy bajo.
Esa vez el Caminante se dejó «encandilar» y consiguió un préstamo de nómina para comprar el carro descompuesto, y pagar la mínima reparación que esté precisaba.
Sin embargo, aquel mecánico vivales nunca lo reparó: El caminante perdió así el auto, tuvo que pagar el préstamo y finalmente el vehículo fue vendido al kilo… y todo por confiar en un mecánico ‘valín’ que para evadir su responsabilidad se mudó a la frontera y nunca regresó.
Asi fue como el vago reportero aprendió «a la mala» que lo barato sale caro, en cuestión de reparaciones mecánicas.
Por eso decidió acudir siempre a un taller establecido, qué le pudiera dar garantía de los trabajos y que con el tiempo lograran una relación de confianza y amistad.
» A veces a los talleres mecánicos nos tienen por careros, suponen qué les cobramos demasiado por hacer algo sencillo, pero no toman en cuenta que hemos invertido tiempo en aprender, en actualizarnos, y en contar con la herramienta necesaria para llevar a cabo una buena chamba, además que aquí estamos para responder y garantizar cualquier trabajo realizado» – comentaba el pato al Caminante hace tiempo.
Es verdad que uno siempre busca economizar, pero también es una realidad que un vehículo debe estar en óptimas condiciones, pues de no ser así podría representar un riesgo para que lo conduce, y un peligro para los demás automovilistas y peatones, por eso no se debe escatimar a la hora de darles mantenimiento, y esto el Caminante lo aprendió de la manera más dolorosa. Demasiada pata de perro por esta semana.
POR JORGE ZAMORA