MÉXICO.- Los aztecas tenían afinidad por los organismos marinos: arqueólogos mexicanos estudian la ofrenda prehispánica con más cantidad de estrellas de mar, hasta ahora localizada. El depósito ha sido identificado con el número 178 e incluye los restos de 164 equinodermos que, de manera similar a un fósil, preservan su forma casi intacta a pesar del paso del tiempo.
La ofrenda fue descubierta en el edificio circular conocido como Cuauhxicalco de la zona arqueológica del Templo Mayor, en el corazón de México, a finales de 2021, por el arqueólogo Miguel Báez Pérez y el especialista Tomás Cruz Ruiz, la estrella de mar que contiene es la especie Nidorellia armata, conocida coloquialmente como “chispas de chocolate”.
Hace más de 500 años, los mexicas crearon el depósito combinando elementos terrestres como una figurilla de copal y el cuerpo de un jaguar armado con un atlatl o propulsor de dardos, junto a un sinfín de organismos marinos: corales, peces globo, caracoles y estrellas de mar.
“Esta ofrenda es una de las más grandes que hemos encontrado en el Templo Mayor, por lo que, hasta no explorar los 30 o 40 centímetros de profundidad que creemos nos faltan, es difícil saber su significado”, explicó el arqueólogo del INAH Miguel Báez, quien pertenece al Proyecto Templo.
La ubicación de la ofrenda, en la sexta etapa constructiva del Templo Mayor, hace suponer a los especialistas que fue colocada en una fecha cercana al año 1500, momento de transición entre los reinados de Ahuízotl y Moctezuma Xocoyotzin.
Durante el gobierno de Ahuízotl, los mexicas establecieron rutas de comercio, a la par de su expansión militar en diversas partes de Mesoamérica, de ahí la presencia en Tenochtitlan de corales traídos del Golfo de México, estrellas de mar provenientes del océano Pacífico, y un jaguar hembra que pudo haber sido traído desde regiones lejanas como el Soconusco, territorio localizado entre lo que hoy es Chiapas y Guatemala.
Báez explica que en su cosmovisión, los mexicas relacionaban las estrellas de mar y los jaguares con el cielo nocturno y la noche, siendo este felino una imagen asociada con el dios Tezcatlipoca, en su representación nocturna.
“Buena parte de los pueblos mesoamericanos creían que el origen del mundo se ligaba al mar, por lo tanto, los organismos marinos eran tratados como reliquias. En el caso de los mexicas, su potencia militar les permitió traer miles de objetos marinos y recrear todo un ambiente acuático en la propia Tenochtitlan”.
Los arqueólogos también creen que las 164 estrellas de mar de la Ofrenda 178 fueron elegidas de la especie Nidorellia armata, cuyos cuerpos moteados se asemejan a los de los jaguares.
En el laboratorio, cada minúsculo fragmento de las estrellas de mar es limpiado y almacenado en pequeños godetes plásticos para luego, al igual que los otros materiales arqueológicos, llevarlos al gabinete y recibir tratamientos iniciales de conservación.
CON INFORMACIÓN DE HERALDO DE MÉXICO