11 diciembre, 2025

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Las horribles fotos de los concursantes 

CRÓNICAS DE LA CALLE  / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

TAMAULIPAS.- Fue entonces ese día, cuando cumplí 18 años en que conocí a la urna electoral y electorera. Estaba ahí apenas cubierta por una lona que decía que ella era una urna; decía que, previa identificación, yo podía tomar una papeleta y después depositarla como se le da de comer una persona. 

Poco a poco la urna- que en realidad era una caja de cartón plástico- se fue llenando hasta que reventó entre votos afectivos y votos nulos que serían después contabilizados sin disimulo. Después ya no supe nada hasta que se publicaron los resultados. 

De origen, la urna es muy tranquila. Ahí donde la instalan ahí se queda y no sale hasta que le sacan todas las sopas. Desde antes alguien se encarga de ir con el chisme de cuántos votos van antes de que terminen de contarlos. 

Un día encontraron la urna entre el monte. ¿Qué andaría haciendo la muchacha? Pero como esas y otras cosas nunca se saben, nunca se supo, como la Conasupo.

Envejecida por el paso inmediato del tiempo y vencida por la tecnología, muy pronto desaparecerá la Urna como se le conoce, para dar paso a una más ligera que vuele en una nube de bites. Quedará la nostalgia de los nostálgicos. Pero tuvo sus días de gloria durante los taqueos, en aquellos carruseles y en los ratones locos que hicieron que la raza recorriera todo el ejido. Hasta que la hallaron. 

Sí las urnas hablaran dirían sus tragedias. Como podría ser el día que las hurtaron, o cuando llegaron tarde, hay urnas que nunca cerraron, urnas milagrosas que misteriosamente se llenaron, recordarían el día o la noche en que alguien metió en ellas su mano pachona y cambió el resultado. Pero por suerte o por infortunio las urnas no hablan. O no le hablan a uno. 

Alguien tomó la urna y corrió con ella, otro quemó los votos en un pequeño infierno del cesto de basura a las afueras de inguesulandia, a donde nadie la viera ni le fuera dar un aire.

Hay urnas muy fuertes y con guaruras. Fuertemente vigiladas no se les quita la vista de encima por lado y lado. Pero su desdicha es otra y nunca se abren de nuevo, son una sospecha cautiva lejos del electorado, vigiladas por los soldados.

Con tiempo se sabe la fecha y llueven las invitaciones con música para que no olvide uno la fecha exacta. Se van postulando los candidatos cuyos nombres son cantados en la radio al ritmo de la del moño colorado.

Antes de eso hubo baile en un parque y lotería con sus chalupas y buena. Por todas las calles se instalaron estandartes con el espantoso rostro filtrado de los extraños concursantes. Fueron por las señoras más grandes, se juntaron todos o unos cuantos según el ojo del buen cubero, eran cien dijo una señora mientras otra dejó de contar cuando llevaba 950 y quien sabe. 

Con todo la urna es contabilizada voto por voto en el cuartel general de cada partido. Desde antes los políticos y operadores electorales saben quién anda con quién , quiénes les son fieles y quiénes en duda esperan que llegue el buen convencedor con algo más que palabras. 

Una vez utilizadas, las urnas pasan a ser una simple caja que tuvo sus días de gloria, que se la rifó en serio cuando ganó el que todos querían. 

Creo que sí las urnas hablaran serían como las demás cosas que no hablan. Porque al final de cuentas así es la democracia. Una vez que sucede y el día pasa son olvidadas. Si las urnas hablaran nos evitarían la pena ajena, la vergüenza o el desgaste de andarlas buscando y hasta tendrían Facebook y Twitter. Tan sencillo como actualizar un estado y decir aquí estoy, soy también un ciudadano. Pero no hablan. 

HASTA PRONTO

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