8 diciembre, 2025

8 diciembre, 2025

El día es como un chicle 

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

En alguna parte todas las cosas se juntan a ver pasar las dispersas. El tiempo ocurre en el misterio y a cada uno le une su circunstancia, sus objetos de uso diario. En cambio, hay objetos escondidos por todas partes. 
Alguna vez la foto recuerda aquel destino y el ambiente antiguo y nostálgico de lo que pudo haber sido. Las cosas que son de uno prevalecen. Nos une la taza de café a aquella tarde. Algo nos pega como un chicle. 
Son  verdad la noche y el alumbrado público de las calles solitarias, pero, y los pasos que aún se escuchan¿Dónde estarán? 
– Aquí están entre nosotros rondando el instante, esperando a que oscurezca. Estamos todos. 
Borrosos en los viajes rápidos se recuerdan los árboles. Pasa el silencio y el año. Es verdad que uno lleva la noticia hecha, la película rodando en un autobús o en una locura sana. Las cosas van en el equipaje.
La convivencia trajo las cosas dispersas y las fundió de nuevo. En la tierra las costas hacen un grupo de peces de lejanos mares. Parece el mismo viento, hay una sensación extraña de ya haber vivido esto.
Es la primera vez de muchas cosas. Los hechos esperan y luego entran en acción con sus coloridos contenidos, su lenguaje entre los carros. La segunda vez que ocurre una cosa es detectada por el público caminante. Las cosas se juntan.
El tiempo es bien venido a cada rato. Esto construye los escenarios y da tiempo para decir algo. Alguien entre la multitud pasa por un lado y derrumba el sueño. El día se vende y es hipotecado, es un palacio adentro de otro donde se graba un video.
Es importante el uso sobrio de los momentos claves. Hay que pintarlos y escribir un libro absurdo que diga todo lo contrario. Al cabo estamos en el siglo pasado y el futuro me ha traído a este que no entiendo. Todas las cosas son éstas, que se juntaron.
Con el pelo revuelto, la greña crece a los 4 años, se hace una casa para la cabeza. Abajo hay un ser vivo con sus cenizas y sus cosas en una valija. Espera el transporte. A menos de una hora el pelo son ahora ramas y le ha crecido una inexplicable barba.
En el suelo el viento y la lluvia cascan las piedras. En cualquier país hay piedras rotas y cada una ha vivido lo suyo. Sus momentos alegres. Como todos.
«Aquí no es el sitio que usted busca señor» , pero aquí estamos todos. Como en una interminable hilera de valientes. 
Mientras miramos, el horizonte va cambiando su mascarilla. El sembradío aporta su tenue ocre, oscurece antes que la noche, en cualquier idioma. Pero estamos en Ciudad Victoria. Las cosas de la vida se juntan. Estamos viendo las calles desde la primaria. Hace poco había camiones amarillos. 
Mientras corremos al portón enorme del edificio de la secundaria, quizás después, la lluvia inició su danza. Aquí cuaja la memoria de la casa grande, los sartenes enormes, y salimos corriendo a la otra calle. Las cosas dispersas se juntan. 
A dos cuadras ya no hay tienda pero hay otra cosa. Pasamos mil veces sin darnos cuenta hasta hoy. De pronto hay más semáforos y el perímetro de la ciudad es más amplia. De pronto notamos que Victoria es de todos nosotros. Andamos buscando flautas de harina. 
El día donde se graba el video tiene el esplendor del ángulo buscado por el camarógrafo. Avanzamos en ese sentido con todos los muebles como en un barco pasando por ciudades antiguas. 
Asistimos al gran espectáculo del estreno en primera fila. Aquí vamos de nuevo luego de un corte y comenzamos a ser nosotros mismos con todas las cosas que inventamos. Esa es nuestra casa con su flauta soñada. Tendríamos dificultades para sobrevivir en otra parte. 
HASTA PRONTO.

Por Rigoberto Hernández Guevara 

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