TAMAULIPAS.- Tengo 17 años y la calle me llama. Es como una hebra de aguja que me jala y me zurce a los andamios, a las locaciones de la banqueta sin rumbo. Cuando me levanto quiero correr. Y salgo precipitadamente.
Apenas sé qué hay pasado, que algo ha pasado hace unos instantes, y sin embargo con lo poco que sé divago por las calles a encontrar el futuro.
La vida es mía y he dejado a mis padres en su palabra de grandes y busco la mía, la escucho hablarme cuando nadie me escucha, he dejado sus libros y leo los míos y soy el único de este lado de mi sombra.
Al otro lado del muro, detrás de la pelota, adentro de mis tenis exprimidos hasta los últimos goles, en el último instante de la luz en la cancha, ahora ando solo.
Persigo una hormiga nerviosa entre la estepa urbana, trepo a los sueños y bajo de ellos en un solo minuto, la hormiga se esfuma como estrella refulgente, es un rayo de sol que estalla y comienzo a correr de nuevo.
Huyo de una infancia que al mismo tiempo escapa de mí, en sentido contrario, adentro de mi cuerpo. Eso creo hasta que llega la noche y me siento solo, y se han ido todos y vuelvo a casa como todos los días.
Con las uñas rasco una palabra correcta que me lleva, que me atrape, que me escuche en otra gente, pero no hay nadie y se detiene el aire contemplándome desde mis dientes, desde mis pensamientos ingenuos.
Lo mío fue poco a poco ir sabiendo cómo se deshojan las hojas de los cuadernos, cómo se maneja el Word, cómo se apaga una vela sin viento desde una mirada de sueño. Entre las tareas apresuradas en la niebla es ir viendo cómo se deshoja la margarita entre las niñas que me gustan.
Alguien silba afuera, es el aire de un agujero, es la voz de una barda pintada de gloria, es la señal de humo, un día cortina otro día espejo, un día ruido, otro día silencio. Adentro busco el nombre que me pusieron, imperceptible aun, poco vivido, poco dicho, poco escrito entre los fantasmas de una noche sin padres.
Las luces que me inventaron ven mii cuerpo ya grande, me piden los ojos abiertos, que vaya a las ventanas, que tumbe las puertas, que hable recio, que escriba más fuerte, que caiga y me levante, que ya aprendí, que ya estoy viejo.
Que si voy a ser profesor, ingeniero, o abogado, que si voy a ser peor o mejor que el abuelo al que me parezco y al que no quiero parecerme..
A mi edad me siento en esa piedra del mundo estival, veo cómo se arroja el sol sobre la tarde y resbala de mis huesos, descubre los lunares más recónditos de mis entuertos.
Con mi mano siniestra la atino a un bote de cerveza, con la diestra escribo, abro, cierro los libros, manejo los dedos solitarios. En los salones de clases somos un mismo grito y un inmerecido silencio, somos un solo sujeto creyéndonos mucho, una masa que amolda en un hueco de la mano su ausencia y su presencia, la llamarada, el agua, la cachetada semejante a un beso.
Mi casa es todavía el patio, los muebles preferidos, la luz del cuarto encendida, la lluvia tras la lluvia, los juguetes guardados, las estampitas más difíciles, el chicle de menta, los juegos perdidos, los balonazos en la cara, los videos, los juegos electrónicos, los espejos estrellados sin la novia, sin la que comprenda esa brevedad que se mueve sin rienda, esa libertad que toma la estafeta en los manubrios de una bicicleta.
En mi espacio, soy quien me persigue, quien elige a dónde ir, a dónde esconderme, si supiera a dónde ir y dónde esconderme. He dicho que no entren a mi cuarto, que quiero mi camisa, que está ocupado el baño, me he enojado por esto y por lo otro que yo mismo no entiendo hasta más de rato.
Todo es cierto hasta que vuelvo y me miran los rostros y sé que soy yo más que nunca cuando me equivoco a mi manera, que es una linda forma de equivocarse con el esfuerzo propio, aunque nadie me lo aplauda ni agradezca cuando almuerzo o me río de mí mismo yo solo. Y pasan los años.
Un día eres joven y al otro día eres un viejo buscando palabras que no dijiste. Un día eres joven y al otro día vuelves a serlo si lo llevas adentro. Te levantas y eres un chavo con unos 17 años más y otros menos. Resucitado. Nadie podría decir lo contrario.
HASTA PRONTO.