Sí ponemos atención escuchamos el paso del tiempo. El pasado entonces entra en su silencio para ser escuchado y sólo así volverse recuerdo. El tiempo pasa sin embargo haciendo ruido con su motocicleta confusa y el espectáculo va dejando una estela de olvido.
Dicen que el tiempo no existe. Nosotros hemos de ser el tiempo guardado en la bolsa de la camisa, en la tinta con la que escribimos, en la simple memoria que anotamos con tinta indeleble, que para recuperarlo le hemos puesta fecha y una tachita en el calendario. Día que coincide con la fecha de un cumpleaños.
El tiempo mide una distancia, el tamaño de una casa el año pasado, la espera, la ansias locas de que suceda algo pronto. Si nos adelantamos el tiempo no responde, andamos fuera de tiempo, aún no han abierto, la gente no ha llegado porque es muy temprano. Todavía no hacen el aseo.
Entre grillos, una gotera de agua, trinos de aves que aparcan en los cables y un poco de silencio, pasa el tiempo por la calle. Recordamos la calle de hace unos días en lo que el tiempo tiene cuentas pendientes y vuelve. Recordamos la calle empedrada de antes y los sueños, los juegos, las risas que aún se escuchan en la ventana. El tiempo pasado sólo es nostalgia.
Todos los días el tiempo enciende las alarmas para despertarnos, canta el gallo, nosotros mismos no dormimos para contener esa oleada desesperante del tiempo que se precipita al vacío si lo empujamos.
El tiempo travieso hace locuras con nuestra memoria, con nuestra conciencia hace estragos y se enquista, hace un hoyo y se mete, guarda una torta para la hora del recreo. El tiempo es duro y seco y no elástico como quisiéramos. Y el tiempo de uno no es el de el otro.
El tiempo nos quita tiempo. Si damos tiempo, algo que por lo general es nuestro, es porque somos solidarios. El tiempo ese éter invisible y caro. Si esperamos puede ser que sea una ilusión, un sueño, pero es tiempo, no mucho, a unos instantes de que ocurran o no los hechos.
Cambia el ser humano con el tiempo, madura la fruta sola en el campo, el tiempo hace milagros, trae sorpresas, regalos y desconciertos. El tiempo no es lo que pensamos, no será lo que hemos planeado perfectamente, siempre hay algo distinto en los edificios ocasionado por el tiempo.
El tiempo, siendo lineal, no mira hacia los lados y por no poder ver hacia atrás no retrocede. Solo vamos y nos lleva muy lejos, lo más cerca de nosotros que se pueda. Corremos y no por eso el tiempo es más rápido. Aunque en el cosmos dicen que la velocidad gana la carrera al tiempo, no por andar más despacio seremos eternos.
En el instante en que se nace comienza el conteo hasta que es anotado en el epitafio, fecha y nacimiento precisos, y en medio el paso de los años que pasaron muy rápido. Para el tiempo no fue más que un par de números, para nosotros fue una biografía, una sonrisa de todos los días, la cuenta perdida de las idas y vueltas a la tienda de conveniencia que hay en esa esquina de la vida.
Se dice: aquellos eran otros tiempos no había tanta gente tomándole fotos al presente. Nosotros éramos muchas veces la única a prueba irrefutable de las averías provocadas por el tiempo. Vemos una fotografía y encuentramos otras, muchas, y vamos creando un proceso decadente de la imagen desolada por el viento. Ya no somos los mismos. Aunque nos parecemos.
Necesitamos tiempo para pensarlo, lo perdemos y a veces logramos recuperarlo. Ahora hay quien vende el tiempo aire en un teléfono móvil. Y nos pasamos pagando ese tiempo mientras se va otro tiempo también nuestro, igual de valioso, por ser a veces lo más caro que tenemos.
HASTA PRONTO.
Por Rigoberto Hernández Guevara