TAMAULIPAS.- Américo Villarreal ha sido muy claro en las entrevistas que ha sostenido tras recibir su constancia de mayoría: planea ejercer el poder que le otorgaron los más de 730 mil votos que recibió en las urnas.
Es decir, él y su círculo cercano, los que tienen un lugar amarrado en el Gabinete aunque no aparezcan en las listas delirantes que circulan en redes sociales, ya deben estar planeando una estrategia política para ocupar -en toda la extensión de la palabra- las instituciones claves para la gobernanza.
No será fácil, el primer impedimento para renovar la Fiscalía General, la Auditoría Superior del Estado y otros organismos está en la falta de una mayoría clara en el Congreso.
Los estados vecinos que renovaron sus gubernaturas recientemente nos ofrecen escenarios radicalmente opuestos de lo que puede llegar a pasar en Tamaulipas.
El caso negativo, del que deberían tomar nota sobre lo que no se debe hacer es el de Samuel García.
Llegó al Gobierno de Nuevo León como consecuencia de un fenómeno político cimentado en su manejo de las redes sociales, pero sin el respaldo de un partido político fuerte, ni el bono democrático que otorga una sólida base ciudadana.
Por eso, en el Congreso del Estado apenas tiene 11 diputados de los 46 que conforman el Poder Legislativo. La oposición en cambio, olió sangre y actuó: PAN, PRI y PT conformaron una alianza que por sí sola cuenta con la mayoría calificada para anular cualquier acción legislativa que proponga el Ejecutivo.
Samuel ya se peleó con el Fiscal General al que no podrá remover, y está en peligro de perder la Unidad de Inteligencia Financiera local y hasta la administración de la recaudación estatal que podría pasar a un nuevo órgano autónomo que quiere crear el Congreso.
El otro caso a tomar en cuenta es el de otro estado vecino.
Ricardo Gallardo en San Luis Potosí tampoco tiene una clara mayoría en el Congreso. Con la alianza que sostiene con Morena y el PT apenas suman 13 diputados.
Sin embargo, sólo él sabrá de qué artes se valió, pero antes de que asumiera el poder, ya había renunciado el Fiscal General que todavía tenía cuerda por lo menos para tres años más, y unos meses después también dimitió la Auditora Superior del Estado que también podía quedarse en su cargo un par de años más.
No sólo eso, el gobernador emanado del Partido Verde, aliado de la Cuarta Transformación, ha conseguido reformas por votación unánime en el Congreso, como la que le permitió la creación de la Guardia Estatal.
Desde luego, Tamaulipas no es Nuevo León, ni San Luis Potosí.
Aquí se han alcanzado niveles de polarización que quizás no se habían registrado en esos dos estados.
Acaso la experiencia tamaulipeca sea más parecida a la de Veracruz donde el enfrentamiento entre los Yunes y el morenismo escaló a la más alta temperatura.
Ahí, a Cuitláhuac García le tomó dos años remover -vía el Congreso del Estado- al Fiscal Jorge Winkler, que era una pesada herencia del ex gobernador.
Como puede verse, los usos y costumbres de la política regional hacen que ningún caso sea igual, la experiencia de los vecinos demuestra que el camino que emprenderá Américo Villarreal puede llegar a tornarse agitado, pero el arte de la política siempre ofrecerá soluciones para esquivar los obstáculos.