TAMAULIPAS.- En menos de 12 años, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) pasó de gobernar a los 3.3 millones de tamaulipecos que habitaban el estado en 2010, a 35,032 personas de los únicos cuatro municipios en los que gobierna actualmente.
Esta cifra dimensiona el desplome político del partido hegemónico que concentró el poder durante más de setenta años y que hace tres semanas obtuvo la votación más baja de su historia en el estado, al recibir apenas 64,811 votos en las urnas.
El PRI llegó a los 93 años de vida sumido en la peor crisis que alguna vez haya enfrentado, y que se agravó con los resultados del pasado de 5 de junio.
A la falta de representación política en Tamaulipas, se suma el empobrecimiento crónico por la caída en las prerrogativas económicas, derivada de los malos resultados obtenidos en las urnas.
Para el 2022, por ejemplo, recibió 10 millones de pesos, solo por encima de los 6 millones de pesos que obtuvo el Partido del Trabajo y los 7 millones de pesos de Movimiento Ciudadano.
Esto se debe a que desde hace cuatro años, el partido se convirtió en la tercera fuerza política del estado, por debajo de Morena y del Partido Acción Nacional.
Desde entonces sus estadísticas no han dejado de caer, tanto que en la elección del 2021 apenas rebasó por dos puntos porcentuales el umbral que marca la ley para mantener el registro estatal.
La debacle priísta comenzó en el 2012. Muchos analistas la sitúan en el momento en que fue asesinado su candidato Rodolfo Torre Cantú, a unos días de la elección que lo convertiría de manera casi segura en el gobernador del estado.
A partir de entonces, la estructura interna del partido se enfrentó a una crisis que estalló con el evidente enfrentamiento político entre Egidio Torre Cantú y el ex gobernador Eugenio Hernández Flores, cuyo grupo hoy está disperso entre los dos partidos más poderosos: el PAN y Morena.
Las cifras no mienten: en los últimos doce años el PRI perdió casi todos los espacios políticos.
En aquella trágica elección, con Rodolfo Torre Cantú en la boleta, sacaron 678,410 votos y se quedaron con 35 alcaldías, las más importantes de la geografía estatal. Además, mantuvieron la abrumadora mayoría en el Congreso estatal con 28 diputaciones, suficientes para que el gobernador ejerciera el poder sin mayores problemas.
Pero algo estaba ocurriendo en el estado. El homicidio del candidato fue uno de los picos más altos de la violencia en la entidad, pero hubo otros como las matanzas de migrantes en San Fernando que le dieron la vuelta al mundo.
La explosión de la inseguridad fue notoria en un lustro híper violento. En el 2008, Tamaulipas registró 308 homicidios dolosos y 21 secuestros; para el 2012 la cifra fue de 1,016 asesinatos y 123 plagios.
Es decir, en el último tramo del sexenio de Eugenio Hernández y el inicio de Egidio Torre, la violencia homicida se disparó un 229 por ciento.
El degaste del régimen priísta se hizo evidente en los siguientes procesos electorales.
En el 2013 inició una caída paulatina en la votación general al obtener 606,198 votos; aunque logró retener 35 alcaldías, bajó su presencia en el Congreso a 19 diputados locales.
El gran golpe político ocurrió en el 2016, con la pérdida de la gubernatura. Ante los 720 mil votos que obtuvo Francisco García Cabeza de Vaca, Baltazar Hinojosa apenas alcanzó 486,124 votos.
Ese año, el PAN además ganó las principales alcaldías del estado y le dejó al PRI solo 16 ayuntamientos y 12 curules en el Congreso Local.
La suerte no iba a mejorar para el tricolor. En paralelo al afianzamento del panismo en el poder estatal, a nivel nacional se gestaba otro fenómeno político.
La irrupción de Morena asestó al PRI otro duro golpe.
En el 2018, con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia, el Revolucionario Institucional siguió en caída libre, con 374,414 votos que le valieron apenas seis alcaldías.
Luego en el 2019, en una elección atípica porque solo se renovó el Congreso estatal, alcanzó apenas 88,494 sufragios y tres diputaciones locales, tendencia que se mantuvo en el 2021 cuando llegó a 132 mil votos, pero apenas pudo ganar cuatro alcaldías, las mismas que conserva actualmente, Abasolo, Güémez, Guerrero y Jiménez. En el Legislativo apenas pudo meter dos diputaciones plurinominales.
Durante estos últimos 12 años de pesadilla para el priísmo, han pasado por su dirigencia siete presidentes estatales.
La elección del 2011 le tocó conducirla a Lucino Cervantes, luego lo remplazó Ramiro Ramos; en el 2013 tocó el turno a Amelia Vitales; la pérdida de la gubernatura se dio bajo la gestión de Rafael González Benavides, quien luego dio paso a Sergio Guajardo Maldonado, a quien le tocó sufrir la vapuleada del 2018, y perder diez alcaldías.
En su lugar entró Yahleel Abdala, que perdió la elección legislativa del 2019, y fue sustituida por el actual dirigente, Edgar Melhem, en cuya administración, el PRI obtuvo la menor cantidad de votos de su historia.
Por Staff
Expreso-La Razón