TAMAULIPAS.- La tragedia de migrantes vuelve a teñirse con rostros mexicanos. La mayoría de los 51 migrantes muertos en un tráiler en Texas era de connacionales, que, como generaciones anteriores, abandonan el país en número creciente por la violencia y la pobreza, sin pensar en su regreso. La mayor tragedia entre México y EU corrobora que el fenómeno de la migración “cero” es cosa del pasado y pone en duda la efectividad de los programas sociales para detener la crisis mientras sigan las políticas de criminalización.
Los flujos migratorios están cambiando con una marcada tendencia al alza de mexicanos dispuestos a huir al precio de su vida y caer en manos de las mafias transnacionales, a pesar del “muro” de la Guardia Nacional en la frontera y políticas migratorias estadunidenses que cierran la puerta al refugio y facilitan las deportaciones. Ningún esfuerzo de ambos gobiernos ha logrado una migración ordenada y, mucho menos, segura.
Al contrario, desgracias como la de Texas muestran los mayores riesgos de criminalizarla, como ocurre en la práctica. La corriente de mexicanos que intenta cruzar a EU es cada vez más nutrida junto con la centroamericana, que también resulta imparable. Tan sólo en mayo se incrementó 204% respecto al mes anterior.
López Obrador y Biden llevan meses tratando de negociar algún acuerdo que ataje la crisis migratoria, pero sin concretar medidas para regularla ni programas sociales para atacar las causas de la expulsión de centroamericanos, como ha propuesto López Obrador. El próximo 12 de julio se reunirán otra vez en Washington con ese punto central en la agenda, aunque el panorama de la migración ha cambiado en los últimos tiempos, principalmente porque implica cada vez más a los migrantes mexicanos.
México ha aceptado funcionar como tercer país seguro para los refugiados y emplear la Guardia Nacional para perseguir a los centroamericanos, pero ahora la política represiva tendrá que aplicarla de forma creciente con su población, aun a riesgo de que las mafias transnacionales se aprovechen de ello.
El contexto cambia para López Obrador y lo coloca en una situación más comprometida que antes, por dos razones. Una, porque cada vez está más lejos el fenómeno de migración “cero”, que antes cargaba el flujo de la balanza del lado del regreso de mexicanos al país y ello despresurizaba la agenda bilateral. Y, segunda, las políticas antiinmigración de Trump y continuadas por Biden afectaban, principalmente, a los centroamericanos que se internan a México para llegar a EU, a pesar de la encomienda a la Guardia Nacional de detenerlos.
En efecto, las condiciones son ahora más complejas si la política de criminalización afecta a mexicanos, que en número creciente deciden migrar por la agudización de la violencia en sus diversos tipos, desde el crimen hasta feminicidios o acoso a personas transgénero, junto con el desempleo y la pobreza. Los arrestos de mexicanos en la frontera, según datos oficiales estadunidenses, se incrementaron 268% entre 2021 y 2022 respecto a 2019. El programa de visas temporales anunciado en la Cumbre de las Américas también implica riesgos si los migrantes mexicanos optan por no volver una vez que cruzan la frontera.
López Obrador tendrá cada vez más dificultades de mantener el apoyo para perseguir migrantes con la Guardia Nacional si los connacionales tienen mayor presencia en los flujos migratorios. A la vez que también menor margen de acción para seguir funcionando como tercer país seguro si crecen las deportaciones y, sobre todo, las detenciones de mexicanos en la frontera.
El respaldo de México en este tema es vital para las oportunidades de los demócratas en las elecciones intermedias, pero Biden no ha encontrado ninguna propuesta para una migración más ordenada y segura, como demuestra la tragedia de Texas. Por el contrario, el mayor poder de los grupos criminales transnacionales en la operación de la migración lo tienen frente al “gatillo” de las críticas de los republicanos.
Las muertes de Texas “son de Biden”, le espeta el gobernador tejano Greg Abbott. Pero el creciente fracaso de la política migratoria no sólo le cuesta a Biden, sino también a las fórmulas de López Obrador contra la migración de Centroamérica con programas sociales que ataquen las causas de los desplazamientos, porque ahora las cifras muestran que tampoco han sido suficientes para desactivar la mexicana, aunque la frontera sea cada vez más peligrosa.