Hay ciudades que no se fundaron porque dos enamorados se pelearon.
Y el pueblo entonces elaboró su historia, preparó sus alimentos, cenó a determinada hora, sembró una barca en un parque, inventó un diluvio y se reunió, hizo el amor, se volvió loco, se bañó, lo vieron salir muy elegante para hacer la ciudad tal como escribimos su historia de ciudadanos inolvidables.
Alguien hizo unas rayas en el suelo y escribió ciudad donde debió de haber escrito un poema. Hubiésemos sido ángeles, muchas aves, mandrágoras, ninfas, elfos, dioses los que anduviésemos por las calles.
Y tal vez aún así dijéramos las mismas maldiciones, proliferaran las mismas groserías, cantaramos las mismas canciones, fuésemos los peores hombres y los más pobres. Es decir, fuésemos igual de felices. Pero eso nadie lo sabe. El mundo que pudo ser diferente es éste.
Los poemas de la ciudad son los ojos y son palabras que recién llegan y saludan. Los poemas son ausencia y son presencia. Las palabras son poemas cada una en sí mismas, son un ritmo y una danza, el danzante y la mano que las anima. Las palabras son la gente que va diciéndolas por las calles, sin saber que va recitando poemas.
Los poemas fundan ciudades. Hay palabras que pronuncian un beso en el inicio de un amor intenso, en la construcción de un pueblo que se abre paso.
El poema es un silencio que se escucha en la ciudad. Si usted pone atención es posible que escuche el trino de los pájaros, pero el silencio está atrás de los oídos. No es fácil escucharlo desde los árboles.
En la ciudad se aprende a escuchar el silencio entre los ruidos más absurdos y miserables. Es música de flautas dulces hechas con los juncos de una tarde. La tarde es tarde que se junta en los semáforos de los Boulevares.
Las calles parpadean en cada esquina. Es normal que en cada esquina la gente volteé para todos lados por si viniese un carro y corre para cruzar la calle. Evitan ser protagonistas de un poema cifrado en el lenguaje de la nota roja del periódico de mañana.
Esta ciudad quiso ser poema, pero todas las ciudades son también lo que no quisieron ser ellas. Por eso inventan canciones, bailan y juegan para inventarse de nuevo, para creerse, para escribirse el poema que pudiendo ser no fueron.
Pero ciudad también es poema al revés, palindroma, paloma antes y después. Es agujero y loma. Una larga calzada de fresnos acatarrados, un par de torres distanciadas como dos pesos, un faro anunciado, oscuro e invisible que se apagó en la noche y un discurso hollado por el inmisericorde tiempo. Un poema nocturno.
Cada poema es un hijo pródigo que llega y otro que se va porque no pueden estar juntos siendo lo mismo. Son dos lados de un río seco, con tres puentes peatonales, cuatro para carros y un pequeño vado muy antiguo por donde todos hemos pasado.
El poema son dos ciudades y una sola, es al mismo tiempo en donde se vive y a donde se quiere llegar. El ciudadano que llora en donde todos ríen o que ríe cuando quiere llorar. Es cada poema que se dice y que calla en la única plaza, pero que guarda, por si necesita, una palabra antes que otra.
La ciudad es una bronca en el estadio. Es un poema con letras una detrás de otra dando vueltas, subiendo y bajando una escalera. Después de unas nubes la ciudad llueve y se dispersa entre la gente, que corre cuando escucha las torrenciales letras de la lluvia.
HASTA PRONTO.
Por Rigoberto Hernández Guevara