Con raíces hizo su casa, lo vieron cientos de cámaras. Con los ojos movió el mundo de norte a sur, vio para todas partes para ver si vendría alguien. Nada vio. Siguió sembrando bloques de barro.
En lo alto es como una ave. De fondo se pueden ver desbandadas de pájaros asustados con una bengala. Una celebración eclesiástica cerca de la Plaza. Un final del partido perdido por el equipo de casa.
El hombre aquel hace su vida de esa manera. Todos los días admira el esplendor y el cielo raso que si bien es lo mismo ha cambiado. De cuando en cuando un avión raya el cielo con un gis blanco. El cielo está un poco oscurecido, hay oficios de pájaro pero hoy no hubo trabajo .
En tierra firme el hombre aquel canta. Para envidia de los vecinos tiene buena voz y aún cuando lo han apedreado en sus lúgubres noches es buena onda el vato. Es pájaro caripotaporo de los trabalenguas.
Entre las ramas el pájaro ve a los estupendos depredadores que merodean. Parece que está en la selva entre una mezcla de tambo y otra de rotoplas electorero. Un tendedero de calzones en sus últimas apariciones asemeja un cuadro de Picasso. En el patio hay rústicos enseres de una carne asada de la última guerra.
A veces el hombre aquel, que es un pájaro y eso uno lo entiende, parece un pequeño árbol y mueve sus ramas. Sus alas brotan encima de una barda antes de saltar y caer sobre la banqueta. Al tiempo no le importaría esperarlo si se pone un impermeable por si llueve. Pero el hombre desaparece en el aire imaginado. Como un pájaro.
Menos mal que es un pájaro, el mismo de los almanaques, de los dibujados a lápiz, el pájaro en un cable, el pájaro que seduce a una mariposa. Antiguamente el hombre se comunicaba con sus dioses a través de las aves. Todavía lo hacen, pero no se dan cuenta.
Con el pico de una botella el hombre aquel talló una escultura. Una mujer desnuda en una nube. Desde la copa del árbol el hombre mira con asombro el asombro de las personas que se van reuniendo al rededor. Curiosos.
En este momento el pájaro piensa en el hombre que inventó la lluvia. Las nuevas estructuras, las casas y las esculturas, con amabilidad no contemplan la existencia de los pájaros.
Con tanto carro el hombre enfada su juicio, la cortina es del humo de los carros que pasan. Los pájaros ven la neta desde arriba del planeta y cantan. Siendo pájaros no habrá que entenderlos.
La calle sin embargo pasa por las casas y el hombre ha hecho su guarida de piedra y lodo y unas cuantas ramas de gramilla. En lo más alto la casa domina otras casas, entre una retahíla de postes, una cuadrícula, y un par de avenidas muy largas.
Todos los días es difícil vivir el día a día, al hombre no le cabe duda que justo cuando va llegando el día se acaba. Podría volver pronto como cuando fue pájaro, antes de que se inventaran las resorteras y los investigadores de harvard.
Frente al espejo usa un sólo ojo para verse el peinado de lado, como los pájaros. Tal vez sea un pájaro. A el no le cabe duda que suele ser un pájaro cuando quiere.
Quedan sin embargo puntos de referencia que le asustan de cuando hace rato fue un ser humano. Un hombre común y corriente. Veinte segundos antes de ser imaginado, para desaparecer en aire y no estar soñando. Sucedió realmente, pude ver todo desde el árbol de enfrente.
Con sus plumas que quedan. Arrancadas de precipicios. Se dirije al infinito contra el viento, contra la lógica . Hay más banda luego de un millón de años. Apenas hace rato se acaba de enterar que puede volar porque suele ser un pájaro. Es cosa de creerlo, y más vale que sea cierto porque sino para qué lo anda uno contando.
HASTA PRONTO
Por Rigoberto Hernández Guevara