He venido a verte a muchos kilómetros por hora, vengo por el agua de tu mirada, por tu sonrisa en el espejo, y ahí junto a la ventana quise escribirte.
He aprendido con la lluvia la importancia del viento, es como una canción cantada desde tu vestido.
Te pinto y te escribo. Si pudiera contarte la historia con mi sangre, ya me hubiese vuelto estampilla y no hoja leída que vuela, quizás fuese un personaje en un cuadro de los pintores locos que aman, un dibujante de estantes y cuadernos viejos. He buscado tu nombre en el alcázar, mientras navego y preparo la cena.
Circulo fuerte, voy en tu bici, beso el espejo y pongo un poco de azúcar. Para que me ames, que el aire permita tus palabras. Toda la tierra, con mucho viento por la noche, te manda mi teléfono. Los motivos que tengo para amarte te los iré diciendo.
No me alcanzaría una vida para decírtelos. Amar es esta calma con vendaval abajo para fortalecer el alma, que no caiga. Amar es lo profundo de una casa donde el silencio se escucha y es oído quedito donde queda el eco de tus palabras.
Amo la estructura de tus labios y el beso acomodado al modo de los míos.
Soy tu amor que te encuentra en la niebla. En las estaciones adivino la lluvia, conozco tu día a día amando. Entonces yo, sembrado en tierra, predije mis días de árbol y he tenido frutos de tus manos y he bebido sin agua tu voz de verano.
Mi soy es tu yo, estoy en todas tus respuestas. Vives en mis palabras donde he hecho la cena y he preparado la noche llena de estrellas. Miré tus ojos y en un segundo reinicie mi existencia.
En partículas comienzo a darte mi vida. En tus ojos me encontré y me andaba buscando. Dime quién soy con mi mano en tu mano, con mis labios en tus labios.
He venido a verte a muchos kilómetros por hora, vengo por el agua de tu mirada, por tu sonrisa en el espejo, y ahí junto a la ventana quise escribirte esto.
He aprendido con la lluvia la importancia del viento, es como una canción cantada desde tu vestido. Te pinto y te escribo.
¡Qué lindo parque es tu cuerpo donde juegan mis anhelos! ¡Qué lindo cabello, columpios de mis dedos, hilos delgados que cuelgan del cielo! ¡Qué religión domina mi pensamiento! ¡Qué liberación me da la paz de un imperio!
¡Qué ojos que me sostienen sin parpadear, sin saber, sin pensar, sin sospechar hasta dónde te quiero! Huele la lluvia con su montón de hojas cristalinas.
Llueven estrellas cuando llegas y me abrazas.
Durante el agua es alisinante tu cabello que escurre. Pegada a mi, la lluvia es como tú, puedo beberla, hacer una fuente, saltar un lago de tu mano jugando.
Si te amo es porque el mar me lo dijo en alta mar, me dijo el pez más grande, la razón más fuerte, me lo dijeron tus manos como aves, los rincones silenciosos de tu cuerpo me lo dijeron, y yo repetí en el atrio del pensamiento, que te has vuelto inevitable.
Estoy enfrente de esta página donde me dibujo, dibujo tu rostro junto, a viento y fuego, al presente y futuro.
Mi paisaje es un horizonte amplio y en la altura infinita lo que he visto es auténtico, nadie como nosotros se ama o se ve con esos ojos. Este es mi campo.
En tus labios hay un montón de dulces, mis ardientes ojos se crispan, la calle muy nuestra vive de estaciones y de muros.
Vamos ahí, el tren está en marcha, puedo abrazarte junto a la ventana. Te amo desde el inicio de la música y durante el baile me confieso con palabras graves y rotundas. Te canto sin labios, porque tú los tienes. Te tomo como un trago, te bebo, te voy comiendo.
En lo alto, en las tonalidades del arcoiris, como en mi poesía, he ido a tus brazos. En el camino, sin escalera, he subido a besar tus labios este jueves bonita, cuando aún es temprano y puedo nacionalizar tu pelo. Y tu dibujo, tu risa y tus brazos, llueven como está lloviendo.