A partir de hoy no habrá más excusas. Cerca de las 7 de la tarde, cuando termine la sesión extraordinaria de la Sala Superior deberá darse pie a lo que en realidad tuvo que comenzar desde hace semanas: una transición civilizada, sin regateos de ningún tipo.
Es verdad que aún pueden pasar muchas cosas, porque al final de cuentas, la definición de todo el proceso electoral depende de lo que voten los siete magistrados, pero también es cierto que los integrantes del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación no pueden ir más allá de lo que les permite la ley, y de lo que dicta la lógica jurídica.
No pueden hallar elementos donde no los hay, ni pruebas en un expediente que no las contiene.
Tampoco pueden ir contra las valoraciones que ellos mismos hicieron cuando validaron los cómputos distritales.
A estas alturas, a 115 días de que los tamaulipecos acudieron a las urnas, vale la pena recordar que la conclusión a la que llegó el magistrado ponente, José Luis Vargas Valdez, es la misma a la que arribó el Consejo General del IETAM y luego el Tribunal Electoral de Tamaulipas.
Pero es también la que podría compartir cualquiera que haya puesto atención a la jornada electoral, ya como periodista, observador o participante en cualquier nivel: el 5 de junio no se vivieron hechos irregulares de tal magnitud que pudieran haber trastocado el resultado, sobre todo cuando entre el primero y el segundo lugar hubo más de 88 mil votos de diferencia.
Si hoy, como todo hace indicar, la mayoría de los magistrados respaldan la visión del ponente y se pronuncian por la validación del triunfo de Américo Villarreal, no sólo habrá ganado el candidato de la alianza Morena-PT-PVEM, también se habrá impuesto por sobre cualquier otro elemento, la voluntad popular, habrá prevalecido el espíritu democrático.
Por fuerza, empezará a bajar la tensión política que mantiene al estado a punto de ebullición, en una situación inédita de incertidumbre que no le ha hecho nada bien a las instituciones del Estado.
Los diputados del PAN no tendrán más remedio que mostrar altura y civilidad para acordar la agenda del 1 de octubre.
Dejarán de coquetear con la idea de ausentarse de la sesión de toma de protesta, porque los priístas ya les dejaron claro que con ellos puede contar la próxima administración, y la participación de uno solo de los diputados del PRI permitiría el quórum para que la ceremonia se lleve a cabo de manera normal.
Desde luego que no se reducirá el encono entre los dos bandos que todavía hoy se disputan el poder del estado. Vendrán tiempos difíciles para el gobierno entrante.
Américo llegará a la toma de posesión después de un desgastante proceso de transición, caracterizado por una feroz campaña mediática en su contra que seguramente no cesará.
Pero sí habrá una diferencia evidente, una reacción natural: con las riendas del gobierno en la mano, podrá pasar de la defensiva al ataque.
Por Miguel Domínguez Flores