Algo tienen los reynosenses, contra los victorenses; algo tienen, contra los Américo Villarreal. Desde hace décadas aquellos, se han resistido al arribo de éstos a la gubernatura. ¿Qué demonios tiene la silla del palacio del 16 Hidalgo, que genera tanto encono y tanta hiel en aquellos que se les evapora en las manos?
La historia de la exhibición de los cuchillos de los fronterizos, inició en 1986: Américo Villarreal Guerra, fue postulado por el PRI a la gubernatura de Tamaulipas. Fue fruto, de intensos tironeos –sobre todo en el mundo mediático– entre los precandidatos AVG y Manuel el Meme Garza González.
El reynosense, apuntalado por el grupo de los Rojo Lugo; AVG, promovido por el presidente Miguel de la Madrid Hurtado. Los seguidores del Meme, reacios a enfrentar la derrota, construyeron una campaña negra que se prolongó hasta el primer semestre de gobierno del ingeniero.
Bilis grande, corrió por las páginas de los medios.
No aceptaban que un –para ellos– inexperto político, como consideraban a Américo, hubiera aplastado en la contienda interna a un viejo lobo de la política mexicana: Garza González. De igual forma: le habían construido al ex sub secretario de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH), una narrativa que lo pintaba de mano muy suave para enfrentar un estado que, aseguraban, era bronco y por lo tanto requería un gobernador de similar catadura.
Villarreal Guerra, a pesar de toda la estructura mediática aterrizó en la entidad, con todo el apuntalamiento del presidente.
A 37 años de esa memorable contienda, otro reynosense –Francisco García Cabeza de Vaca– y otro Américo -Villarreal Anaya- reeditan, los polvos de aquellos lodos. Con similitudes parciales, ambos encuentros, delinearon las peculiaridades de la pugna por el poder en la región y cincelaron mucho del andamiaje del sistema político local.
El diferendo actual, llegó a mayores tensiones.
Es evidente: el Meme, no poseía la estructura gubernamental de su paisano Cabeza de Vaca; y mucho menos, el monopolio en sus manos del aparato de Justicia y muchísimo menos, el temor ante la pérdida de privilegios.
El Meme, como Cabeza de Vaca, utilizaron los medios para crear una atmósfera de ingobernabilidad y de incertidumbre en el estado. Ambos, lo lograron: la visión construida, tuvo gran peso en la opinión publicada; no en la opinión pública.
En aquella ocasión –De la Madrid–, como en ésta –López Obrador–, el presidente, fue el fiel de la balanza.
(Con una variable –o añadido, si se quiere–: en Tamaulipas, la ciudadanía, apuntaló con 730 mil votos a AVA).
Garza González, es referente de la clase política fronteriza.
Se le reconoce sus habilidades para moverse con prestancia en el universo de la política nacional, con su lógica ranchera y su empirismo partidista. Aún hoy, muchos de sus alumnos, –como Felipe Solís Acero, Oscar Luebbert Gutiérrez y otros– activan en la política practicando sus consejas y su contundente lógica campirana.
Cabeza de Vaca, será también un paradigma de los políticos norteños.
No para bien.
Se le recordará, como el gobernador que echó por la borda el bono democrático, de miles de Tamaulipecos que confiaron en él para mejorar cambiando; como el personaje, que desfondó al PAN; como el sujeto, que con mayor énfasis estropeó el tesoro público de los tamaulipecos.
En fin: hay de recuerdos, a recuerdos.
Y, sobre todo: formas de recordar.
Por José Ángel Solorio Martínez