Dormido sueño la inmensidad y pierdo el control, me dejo llevar en las alas del único mundo donde estoy a solas. Nunca como hoy el mundo es a la vez intenso y más preciso, al tiempo inquieto.
Soy todo lo que veo y entonces trato de ver más, para saber en cuál lado de la cerca estoy haciendo mi mundo. Con ojos nuevos cada día trato de ver la casa. Con ojos ingenuos comienzo a reconocer que puedo caminar y camino por el cuarto. No pienso.
Consagro el movimiento de mis dedos polémicos que atacan con furia los objetos, incluso con aquellos que no coinciden con lo que deseo, generosos. El arte domina desde hace años la existencia de los dedos entre cuerdas, tintas negras y manchas en la ropa.
Soy lo que hago, y no dejo de hacer. Soy un laboratorio y una fábrica de papel en el metafórico lado de la palabra. Todos los días soy, sin faltar un sólo día. Ha de ser por costumbre, una manía de las mías.
Soy el pez y la manzana de este año en la mesa con su kilo de tortillas. Soy el cuadro que se cree en la sala y me encuentro socarrón en la profunda máscara que lleva mil nombres y definiciones distintas, marcos para cada obra de arte que me digan.
Soy este. Y esta es mi generación. Les presento mi mejor momento, la cima de mi mejor versión. Con sencillez aprendo y encuentro nichos para seguir creciendo. En eso consiste. Soy, intensamente soy. Y soy inmensamente feliz por todo.
Con todo hay cosas que dicen que nunca haré como tampoco tapar el sol con el dedo gordo del pie izquierdo. Tampoco quiero. Vivimos entre espejos y el mundo no es redondo. En realidad somos pocos.
Soy todo lo que hay en el universo y soy el único habitante con sus espejos. Soy la utópica idea, el deseo vuelto materia, la voz del eco multiplicado hasta el infinito.
Por eso soy mi contradicción, al otro lado doy toques, soy la piedra en el zapato, la inesperada respuesta. Administro mi guerra y la paz inalcanzable, afuera soy la expresión de ese conflicto bélico.
En ese mundo real, la otra verdad es esta misma pero dicha antes. La realidad no tiene planeado tener una hermana pegada. La realidad moriría si supiese que tiene muchas realidades y todas válidas.
Como carro de mudanzas va la realidad en la talaraña de su destino. El recuerdo, años después, da una sola versión entre miles. Entre tantas realidades simultáneas y opuestas, fundidas en una imagen final, como una utopía, la verdadera realidad no es creíble.
Antes hay que leer en poemas versiones semejantes de la alegría de las lechugas y sentir, porque así nos digan, que un color tiene el perfume de las flores. Entonces el lenguaje tormentoso crea el conflicto. Una y mil maneras existen para pretender decir lo mismo de un objeto distinto.
Hay veces que la verdad, siendo una, no existe entre la gente. La realidad herida de muerte persevera hasta el final hasta que la verdad vuelve. La mentira que se la llevó la trae de vuelta por honor a sus orígenes.
Hace años podríamos estar en un lugar distinto al que creemos. No nos hemos detenido en una esquina a contemplar o a lo mejor no pasamos tsn rápido como el tiempo persiguiendo incautos. La realidad es una fuga de reos desconocidos.
Desde hace días sospecho que soy todo lo que veo, incluso los que pasan por la calle y lo que piensan. Baste cerrar los ojos y retirarse de ahí para que el mundo deje de existir. Hace rato, antes de cerrar los ojos, yo no era este que he vuelto.
En lo que escribo me pregunto si el otro mundo sigue ahí. ¿Dónde están en este momento los que no están aquí? ¿Existirán cómo yo, cada uno en su realidad o han sido una utopía de mi imaginación?
HASTA PRONTO
Por Rigoberto Hernández