VICTORIA, TAM.- El Caminante estiraba las piernas al atravesar la ‘plaza de las velas, por el 9 Abasolo, cuando se topó con Don Eulogio un viejo conocido de Llera. – ¿Qué pasó Don Lolo? ¡qué milagro verlo después de tantos años! – le saludó el Caminante.
– ¿Qué dice el hombre? – Yo aquí voy de camino a la refaccionaria ¿y usted? – Pues aquí haciendo corajes ¿cómo la ve? – dijo Don Lolo quitándose el sombrero y limpiándose los lentes. – ¡Ah caray! ¿Y eso por qué? – Pos la pinche hipocresía oiga, fíjese que anduve preguntando dónde puedo conseguir una pistola de manera legal, y cómo hacerle para registrarla. – ¿Una pistola? ¿y eso? – Es que los rateros ya me tienen hasta la madre, ya se me han metido como cuatro veces, me robaron un puerco, dos bicicletas, y otros cachivaches.
La última vez mi nieto se los topó y le metieron dos chingadazos. – Uy no jefe, eso sí está grave. – Si caray, ya me agarraron de cliente. Yo nunca he sigo partidario de las armas usted ya lo sabe, pero todo tiene un límite, imagínese que me le hubieran hecho algo malo a mi nieto. – No pues ahí si ya hubiera sido muy grave – respondió el Caminante. –
Hace muchos años cuando mis hijos estaban chicos, quise hacerme de un arma, por lo mismo, por protección, pero mi esposa no quiso, dijo que era muy peligroso teniendo cinco chamacos en la casa.
Ah bueno eso sí, luego pasan las tragedias, por niños que encontraron la pistola de su papá y se dieron un tiro accidentalmente.
– Ándele, bueno, por eso mismo nunca tuve una, pero ahorita la cosa está de la fregada, y pues me veo en la necesidad de conseguir una. – Pues mire Don Lolo, la misma constitución dice en el artículo 10, que todos los ciudadanos están facultados para poseer un arma de fuego en el domicilio para seguridad y legítima defensa.
– Si, eso ya lo sabía, y que solo puedes tenerla dentro de tu casa, porque traerla contigo en la calle es otro cantar – mencionó Don Eulogio.
– Así es, a eso se le llama ‘portar un arma’ pero esos permisos son diferentes y solo se los dan a los guaruras y a los de traslado de valores, entre otros, ¿y ya la consiguió? –
Todavía no, mire, allá en el rancho siempre hay quién te pueda vender un fierro para defenderse, pero yo quiero hacer todo legal, total que vine a Victoria a preguntar con los meros meros qué se necesita y qué tipo de fierro me pueden vender. – ¿Y qué le dijeron? –
Pues que de entrada están muy escasas. – ¡Mta! ¿Pero sí se pueden conseguir? – Sí, pero que va a ser tardado el pedo. Pero eso no es lo más decepcionante del caso. – ¿Entonces? –
Que para tener en mi domicilio solo se me permite una, ¡una! A m’ijo allá en Estados Unidos le dan permiso de tener todas las que quiera, mientras las tenga registradas.
Además las puede comprar en cualquier armería, ¡y vaya que hay un montón hay donde vive! – ¿Dónde vive él? – En el valle, en una ciudad pegada a Houston, Texas. ¿Pero sabe qué es lo más irónico del asunto? que solo permiten tener pistolitas chiquitas, ¡puro calibre abajo del 38!
– Ah si Don Lolo, sólo los que practican tiro olímpico o de competencia pueden usar 38, y bueno los que se dedican a tareas de seguridad pueden traer altos calibres. – ¿Y como diantres voy a poder defenderme con una pistolilla veintidós? ¡Luego los cacos traen hasta automáticas! – Eso si, las armas permitidas en México son una vacilada, ya muchas veces se ha intentado cambiar la ley, pero siempre queda solo en el intento, ya ve los diputados y senadores tan chafas que nos cargamos.
– Pos es lo que yo digo, mire,yo entiendo que sea muy peligroso que todos estemos armados, que somos un país con tendencia a la violencia, pero pues la misma constitución se contradice “ármense.. pero solo con pistolas de juguetito” ¡pues cómo! – Es que está canijo Don Lolo, de por si con esto de la inseguridad andamos todos apanicados, sabrá Dios qué pasaría si también todos pudiéramos traer un fierro en la cintura. – No pero yo no digo que podamos portarla como en Texas, simplemente que se permita tener armas de verdad en casa, de perdido una cuarenta y cinco.
– Bueno ahí sí estoy de acuerdo con usted, tener una arma que sí sirva para algo – respondió convencido el Caminante. – Una no, de perdido dos y máximo tres, porque fíjese, tradicionalmente en el hogar solo ‘el hombre de la casa’ tenía acceso a una arma, pero le voy a decir una cosa, los tiempos cambian, las mujeres ya no son como antes, ellas ya exigen los mismos derechos y la Constitución es pa’ todos, hombres y mujeres.
– Tiene usted toda la razón, Don Lolo. El hombre de setenta y tantos años se despidió del Caminante, pues estaba decidido a recopilar toda la papelería necesaria para cumplimentar su objetivo, y dejó al Caminante con mucho, pero mucho qué pensar.
Por Jorge Zamora