Uno de los legados del viejo sistema político tamaulipeco -construido por el pensamiento neoliberal- fue el debilitamiento del sistema estatal de partidos. Perdida la hegemonía, el priismo cayó en un proceso irreversible de descomposición: se tiró a la derecha, y se hermanó con su enemigo histórico: el PAN.
La Izquierda -sobre todo el PRD-, de igual forma, se descompuso: seducida por las tesis del PAN y el odio a Andrés Manuel López Obrador, llegó al altar con los azules y tomó el camino de la derecha hasta la ignominia.
¿Dónde empezó ese proceso de decoloración del PRI y el PRD?
El tricolor, con las tesis del presidente Carlos Salinas de Gortari; el Sol Azteca, con el desmesurado crecimiento del lopezobradorismo y MORENA. A nivel local, el priismo adoptó posturas políticamente demenciales: apoyo la privatización del ejido, aplaudió la desaparición de instituciones agrarias como aseguradoras, productoras de semilla y de fertilizantes y entregó los recursos hídricos a empresarios de Nuevo León.
El PRD, de un referente de la Izquierda tamaulipeca pasó a ser una comparsa del panismo. Aún más: operó como cómplice del PAN y el PRI en los fraudes del 2006 y el 2012 contra AMLO.
En esos dos grandes trucos del sistema neoliberal, dieron fe de participación y de presencia, la mayoría de la clase política tamaulipeca: el mismo gobernador Eugenio Hernández Flores documentó tan desleales actitudes.
Esos dos factores -el salinismo y el anti lopezobradorismo-, delinearon un sistema político tamaulipeco degradante para los partidos: se perdió la frontera entre las ideologías partidistas y cada partido jaló para intereses de grupo.
El PAN, cada vez se asemejó más al PRI; y el PRD, cada día mostró rasgos político-ideológicos parecidos con el PRI y el PAN.
Ello llevó a la polarización: sólo dos fuerzas políticas se mueven actualmente en el paisaje socio-político de la región, el bloque neoliberal, y el bloque anti-neoliberal.
El bando neoliberal, está formado por el PRI, PAN, PRD y otros que se le asociarán según el escenario; la corriente anti-neoliberal, constituida por MORENA, PT y Verde, mas quienes olfateando el horizonte se incorporen el 2024.
Hasta hoy, las fuerzas políticas locales, viven una situación de retroceso en sus procesos de desarrollo. El PAN y aliados, es una coalición que fue fuerte cuanto tuvo gobernador; MORENA, y amigos que lo acompañan, presumen gobernador, pero exhiben como nunca una evidente debilidad estructural.
El resultado de ambas circunstancias partidistas, es evidente: el bloque encabezado por el PAN, seguirá siendo frágil; el afluente dirigido por MORENA, se mostrará débil por carecer de base social y de militancias en movimiento.
¿Y eso es bueno o malo?
Malas señales.
Un gobierno con oposición desorientada, y sin partido afín que lo soporte, puede caer en excesos -ante la ausencia de contrapesos y de crítica constructiva- y mostrar formas de gobierno indeseables.
Recordemos a Cavazos Lerma, a Yarrington, a Geño, a Egidio, a Cabeza de Vaca: la forma unipersonal de gobernar, los condujo a creerse monarcas y cometer barbaridades que sólo pueden ser explicadas por la inexistencia en Tamaulipas de un sistema de partidos fuertes y una sociedad activa y vigilante.
Necesitamos partidos fuertes.
El PAN, debe dejar de moverse con el odio como su único combustible y meter más inteligencia y creatividad a sus dinámicas políticas.
MORENA, tiene que activarse y darle forma a una militancia tan extensa como nunca soñó tener. Y por supuesto: delinear estrategias para ayudar a su gobierno, poniendo en el centro de sus estrategias los intereses ciudadanos.
¿Nos alcanzará el tiempo para ver un sistema de partidos en Tamaulipas, saludable y fuerte?
Por José Ángel Solorio Martínez