Soy un convencido de que no es un grito desesperado, pero sí creo que hoy más que nunca necesitamos al viejo PRI.
No para que regrese con sus abusos, con su cinismo, con sus corrupción que permea todo. No, para eso no porque ya tenemos quién lo hace mejor (o peor). No para que el tricolor vuelva a imponer en el país su estilo anquilosado de concentrar todo el poder en un solo hombre. No para que los quemadores de incienso del Presidente en turno, lo consideren un ser infalible y poseedor único de la verdad.
No para que nos siga dando cátedra de cómo hacer más “Estafas Maestras”, más Fobaproas, más matanzas como la del 68 o actos de brutal represión como en el 71, como las de las huelgas de ferrocarrileros, de médicos, de mineros.
No para que utilice al Ejército para inhibir la participación cívica en elecciones organizadas por el mismo gobierno. No para que su aparato de inteligencia o hasta las mismas fuerzas armadas persigan, acosen y alienten el linchamiento mediático, impune y sin freno de quienes piensan diferente al régimen.
No, para eso no necesitamos al viejo PRI, porque eso ya lo tenemos, infortunadamente, otra vez de vuelta en el México que no ha terminado de transitar de la vieja dictadura de un solo partido, a un régimen democrático.
Creo, insisto, que en México necesitamos al viejo partido de Estado para que nos recuerde lo que no debemos permitir más. Para que permanentemente nos haga ver a todos los ciudadanos, con o sin partido, con o sin simpatías por este o cualquier otro régimen, que retomar las prácticas políticas nocivas nos va a llevar a una ruta errónea de la que tardaremos décadas en salir.
¿Para qué necesitamos al viejo PRI?
Creo que para que también nos haga ver que puede reinventarse, que puede hacer una profunda introspección y mediante un ejercicio de autocrítica, vuelva a sus orígenes ideológicos y a los principios de justicia social que plasmó en sus estatutos.
Ese PRI, al que muchos, millones de mexicanos detestamos, al que le recriminamos todo lo malo que se fue acumulando en este país, es al que necesitamos en este momento.
No al Revolucionario Institucional que desde su nombre mismo es un contrasentido. Tampoco al de la Revolución Mexicana, que hace más de un siglo quedó obsoleta. Tampoco al Nacional Revolucionario que pretende estar de vuelta con las nuevas (viejas) ideas de la actual cofradía gobernante.
No necesitamos al PRI de los caciques del estilo del nefasto Gonzalo N. Santos, del oportunista y maquiavélico Calles. O del encantador frívolo de López Mateos. O del adusto y austero Cárdenas. Ni del perverso, irresponsable y proyanqui de Echeverría. No.
Sigo convencido de que el país necesita al viejo PRI para que todos los días nos recuerde que nunca, nunca, nunca, segundas partes fueron mejores, como lo estamos viendo ahora.
Lo necesitamos para que nos acordemos de tantas veces que muchos fueron (fuimos) a votar y ya sabían (sabíamos) que ganaría el candidato del partido del gobierno. Y no, no nos enorgullecía y por el contrario nos hacía morir de vergüenza.
Necesitamos al viejo PRI de vuelta en México, no para que tome por asalto el poder, a balazos o a punta de votos. No para que se convierta en un referente de honestidad y pureza. No, para eso no.
Nos urge el viejo PRI para que nos sirva como espejo al pasado, para que veamos lo que podemos volver a ser como país, si no le ponemos freno a los intentos por acabar con el INE y con los organismos electorales locales.
Para que permanentemente nos recuerde lo que puede volver a pasar si permitimos que una mayoría de legisladores que a diario idolatran al líder de su movimiento con fachada de partido, aprueben reformas que acoten el poder ciudadano, le otorguen más facultades al gobierno para que organice, controle y valide elecciones que ganarán sus candidatos.
Nos urge el viejo PRI, porque soy un convencido de que el mejor antídoto para algo que hace mal a un organismo (o a un país), es lo mismo que causa daños. Necesitamos al viejo tricolor y no porque alguien lo extrañe ejerciendo el poder como lo hizo de manera abusiva, sino porque es el mejor testimonio de lo que no debemos permitir más.
Por eso y porque, bueno, entre tantos militantes y personajes que aún creen en ese partido, hay gente inteligente, preparada, sensata, honesta y con ganas de ayudar a corregir el rumbo que lleva el país.
Por eso y no por otra cosa, deberíamos esperar a que el tricolor no desaparezca y por el contrario, permanezca un buen tiempo en México.
A MONREAL LE APLICAN UN VIEJO TRUCO PRIÍSTA
Ayer leía que Ricardo Monreal denunció públicamente que se inició una guerra sucia en su contra y proviene desde dentro de Morena. El instrumento es Layda Sansores, al gobernadora de Campeche que es mejor conductora de un programa de chismes que mandataria.
A Monreal le están aplicando un clásico truco priísta, retomado, depurado y puesto en boga por el partido del Presidente. No sé qué le extraña a Ricardo, si sabe que en Morena pervive el viejo espíritu del tricolor, fusionado con el canibalismo de las tribus perredistas y aderezado con el fanatismo que caracteriza al Obradorato.
Era de esperar y ya se habían tardado. Creo que a Monreal le van a seguir cargando la mano y por más que dé la impresión de haberle ganado algunas partidas a Andrés Manuel en negociaciones para sacar adelante un par de reformas, sigue siendo objeto del fuego amigo. Pronto veremos si es capaz de reaccionar de igual manera y se alinea o aguanta.
Yo insisto: Monreal no es Cuauhtémoc Cárdenas, como Andrés Manuel no es Salinas. Eso sí, en medio de ambos hay gente como Bartlett, como Layda, como Ebrard que saben jugar rudo. Pero no veo a Monreal fuera de Morena encabezando una ruptura como la de Cárdenas en el 87. Así que, tiene dos opciones: agua o ajo…
POR TOMÁS BRIONES
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