Mañana, representantes de organizaciones civiles realizarán marchas en apoyo al Instituto Nacional Electoral (INE) en numerosas ciudades del país. Es la primera vez que yo recuerdo algo así en los últimos 20 años y la sensación es ambivalente.
Por un lado se trata de mostrar en las calles el músculo social de quienes no están de acuerdo en la pretendida reforma electoral promovida por el presidente López Obrador, que busca acotar los márgenes de maniobra del INE, someter a consulta popular la designación de sus consejeros, reducir el número de los mismos y convertirlo, en los hechos, en un ente de decoración de su gobierno que valide y legitime lo que para él es democracia.
Por otra parte, es lamentable que a estas alturas del largo proceso de transición que vivimos como país, tengamos que volver a lo que hace 30 años era una demanda de la oposición, incluido el propio López Obrador que por entonces era un ferviente militante priísta: La demanda de reglas de juego claras, limpias, parejas y respetuosas de los ganadores, fueran quienes fueran.
El esfuerzo ciudadano que este domingo demostrará su enorme interés en apoyar al INE mediante las marchas programadas para realizarse en más de una veintena de las principales ciudades del país, debe ser compartido por quienes verdaderamente quieren que en México no regresemos al pasado.
Es decir, somos muchos -me incluyo-, quienes tenemos el deber ciudadano de hacer lo necesario dentro de legalmente posible, para evitar que el INE caiga en manos de quienes no tienen vocación democrática.
Les diré por qué y seguramente los mayores de 40 años lo entenderán, siempre y cuando hayan sido de quienes siempre se sintieron indignados con el abusivo uso del poder durante el PRIato: Antes, cuando el PRI era un apéndice del gobierno federal, tenía todo para ganar: Recursos ilimitados, una sólida estructura territorial, toda la fuerza del Estado para mantener el control político y hasta los organismos electorales que eran manejados por el viejo régimen.
Eso se acabó después de la controvertida elección de 1988, en la que la izquierda aliada con los tránsfugas del PRI denunciaron fraude en contra de Cuauhtémoc Cárdenas. El presidente de la Comisión Nacional Electoral era Manuel Bartlett Díaz, quien fungía como Secretario de Gobernación.
Salina de Gortari entendió que solamente logrando acuerdos con la oposición podría ganar legitimidad, mediante la cesión gradual de espacios y una apertura del sistema político que diera paso a una mayor participación de la sociedad. Así surgió el Instituto Federal Electoral (IFE), el primer órgano de origen ciudadano encargado de organizar las elecciones en el país.
Había iniciado un tránsito hacia un régimen democrático aún inacabado, a pesar de las alternancias que hemos tenido en la Presidencia de la República, en casi todos los estados, en muchos municipios y en el Congreso. El proceso no ha concluido y por el contrario, con la más reciente reforma política el IFE se transformó en Instituto Nacional Electoral (INE), al que se le han ido agregando con el paso de los años más funciones de las que originalmente se le dieron.
Ahora, instalado en la cúspide de su poder presidencial, Andrés Manuel promueve una reforma que tiene más de política que de electoral, porque lo que quiere es afectar directamente el funcionamiento el INE, su integración, la participación ciudadana y por supuesto, el sentido de sus decisiones.
López Obrador ha dirigido constantemente sus ataques al INE y a su consejero presidente Lorenzo Córdova, porque no está de acuerdo en muchas de las decisiones tomadas por el organismo, algunas de las cuales han afectado sus planes con candidatos de Morena. La virulencia de sus ataques explica por qué el Presidente está molesto con el organismo: Porque no está acostumbrado a que le digan que no a todo lo que quiere.
El tema da para mucho más, pero en pocas palabras, estoy convencido de que cualquier ciudadano que se precie de tener criterio propio, capacidad de raciocinio y un genuino deseo de que no regresen las viejas prácticas del pasado, cuando el gobierno en turno organizaba y validaba las elecciones, va a respaldar al INE.
Yendo o no a la marcha, en cualquier otra trinchera que genere opinión pública, en el trabajo diario, se puede hacer mucho por defender a una institución que, pese a quien le pese, es una de las pocas que tienen la credibilidad que falta a muchos gobiernos.
El INE no puede caer en manos de quienes quieren una regresión en la forma de hacer elecciones, de competir por cargos de elección popular y de ejercer el poder público.
Más allá de ideologías, el INE es un bastión de la lucha democrática de millones de ciudadanos que durante décadas lucharon porque el país transitara de un régimen de partido de Estado a uno libre y plural. Incluido, sí, el propio López Obrador.
MC RENUEVA CUADROS EN TAMAULIPAS
Movimiento Ciudadano inició la renovación de varias de sus estructuras en Tamaulipas, incorporando nuevos cuadros con los que pretende mejorar su imagen y volverse una opción atractiva para los electores.
Ayer, José Manuel del Río Virgen, presidente nacional dela Fundación Municipios en Movimiento y además secretario técnico de la Junta de Coordinación Política del Senado estuvo en la capital para sostener varias reuniones con dirigentes estatales.
Del Río Virgen entregó nombramientos a nuevos integrantes de la Fundación, entre ellos al empresario tampiqueño Emilio Pozo González, quien es ahora el nuevo presidente de esa agrupación en Tamaulipas. Emilio tiene experiencia en política, el servicio público y en su quehacer en el sector privado. Sin duda hará muy bien su encargo.
POR TOMÁS BRIONES
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