La manifestación en defensa del INE fue impresionante
y sorprendente. Mostró una muy importante capacidad de convocatoria de algunas organizaciones de la sociedad civil apoyada en los medios adecuadamente lubricados con fondos empresariales. Esto no descalifica la marcha porque lo importante fue la amplia respuesta social. Con un llamado escueto se logró convocar a una amplia coalición de descontentos con el actual régimen.
La marcha golpeó con fuerza la narrativa del gobierno al ubicar a los convocantes como defensores de la democracia y al gobierno como su detractor. Provocó que Vedant Patel, vocero del Departamento de Estado Norteamericano declarará, en referencia al INE, que las instituciones independientes, libres de influencia política, son el pilar de la democracia.
De manera reactiva el presidente AMLO convocó a otra marcha para este domingo 27 que ocurrirá después de haber sido escrito este artículo. Cabe esperar que sea también una marcha multitudinaria y no podrán evitarse las comparaciones numéricas entre ambas. Pero el tamaño de la multitud no definirá al ganador; son apenas el calentamiento para confrontaciones mayores.
No voy a abordar aquí la materia de fondo: ¿debe o no transformarse al INE? ¿Es, o no, antidemocrática la propuesta del régimen? Este es un asunto muy discutido en los medios y sobre el cual casi todos tienen ya una opinión definida. Los que ya marcharon y los que marchan hoy domingo.
Más allá del asunto de coyuntura hay que entender que la organización social es posiblemente el campo de batalla más importante para la preservación de las conquistas sociales. Que esas conquistas sobrevivan o no al cambio de gobierno dependerá menos del entramado jurídico, siempre modificable desde el poder, y más de la fuerza de las organizaciones sociales que respalden su continuidad.
La gran transformación impulsada por el presidente Lázaro Cárdenas el siglo pasado es el mejor ejemplo. No fue hasta la consolidación de la organización social del país que se garantizó que los principales logros posrevolucionarios habrían de perdurar por lo menos medio siglo.
No solo hubo reforma agraria, sino que se consolidó al ejido como eje de la organización social que habría de defender y hacer irreversible el reparto de la tierra. El Estado fue capaz de enfrentar al poder de las transnacionales petroleras gracias a la organización de la clase obrera en sindicatos. Los avances en educación, salud y mejoría del bienestar no habrían perdurado sin las organizaciones populares.
En esos tres frentes se impulsó la creación de la Confederación de Trabajadores de México, CTM; la Central Nacional Campesina, CNC; la Confederación Nacional de Organizaciones Populares, CNOP. Todas ellas con raíces en organizaciones de base.
La organización social escalonada, desde la base hasta sus formas de expresión nacional, fueron los pilares de la defensa del modelo de desarrollo nacido en el cardenismo. Más adelante habrían de ser socavadas y sucumbir; una condición indispensable del siguiente modelo de desarrollo que abandonaría al campo, reduciría los salarios reales y sometería al país a los dictados del mercado descontrolado.
Cárdenas sabía que sin organización social no habría transformación a fondo y perdurable. Una visión que hoy en día no existe.
La llegada de AMLO a la presidencia de la república replicó de manera desconcertante la llegada de Vicente Fox. En ambos casos se vio a las organizaciones sociales de base, del campo y la ciudad, como aliados del régimen anterior, como enemigas. Para ambos, Fox y Amlo, eran aliadas corruptas del régimen anterior y había que destruirlas.
Esta percepción impidió instrumentar a los programas sociales con una visión de democracia participativa y promoción de la organización social. Ese camino habría creado una alianza entre gobierno y organizaciones de base que fuera garante de su operación honesta, eficiente, eficaz y perdurable.
Por lo contrario, los programas sociales se convirtieron en arietes contra las organizaciones sociales. Se dice con presunción que los programas sociales llevan los recursos directamente al ciudadano; así repiten el mensaje de “ciudadanización” del régimen de Fox que dejó sin voz a la población y sin interlocutor al sector público. Es decir, sin acompañamiento, vigilancia, participación de base y exigencia de rendición de cuentas.
El ejemplo más dramático ha sido Segalmex, cuya primera administración entró descalificando y enfrentando a las organizaciones de alcance nacional, anteriores interlocutoras de Diconsa. Estas últimas denunciaron oportunamente las desviaciones estratégicas en que incurría la nueva cúpula administrativa, pero no fueron escuchadas. Ellas mismas eran sospechosas. En el colmo de la desfachatez Segalmex creó nuevos interlocutores a modo. Si, nada menos que 24 mil Comités de Contraloría Social, uno por tienda, ninguno de ellos con fuerza y alcances para un dialogo fructífero con la institución.
En Segalmex el ataque a la organización social fue prerrequisito de la abismal corrupción y ausencia de una institución que debió hacer efectivo el derecho a la alimentación en tiempos de pandemia y crisis.
En otra vertiente, las guarderías infantiles habrían podido, con el adecuado fortalecimiento de la participación social, ser ejes de una fuerte organización aliada en la preservación del derecho de las madres trabajadoras a un buen cuidado de sus hijos. En vez de ello se desecharon.
Sembrando Vida es un programa que paga 5 mil pesos a 400 mil productores a cambio de aceptar un diseño tecnológico externo y una administración autoritaria. Lo más grave es que el programa no busca el fortalecimiento del ejido como eje organizativo, sino que lo socava creando una estructura de poder alternativa externa. Otra oportunidad perdida.
Se trata de un patrón generalizado que no promueve, o incluso ataca, la organización de los beneficiarios de los programas sociales y de este modo se convierte en el mayor enemigo de la herencia que este régimen pretende dejar como su legado más valioso.
Aún es tiempo para cambiar de estrategia y aprovechar lo mucho bueno que se hace en favor de las mayorías para impulsar su organización sobre bases de autonomía, respeto y participación democrática.