Veo gente pasar por la calle. Pasan y vuelven a pasar. Otros pasan y no los vuelvo a ver jamás. Hasta el olvido se confunde con el recuerdo. Ignoro cuánta gente conozco ahora que lo menciono.
Hay personas que conozco de toda la vida, pero nunca hemos tenido contacto. Tal vez ellos no piensen lo mismo, quizás no se han enterado que existo. Y siempre les he visto caminar en círculos por el centro, de ida y vuelta por la calle Hidalgo. Así muchos. Así todos.
En alguna parte estoy seguro que alguien de pone de acuerdo por lo mismo que otros discuten. Es la perspectiva, el pedazo de la manzana podrida y el vidrio tras del cual se mira. El universo se desgrana en cada palabra que palpita.
Nada se mueve sin nosotros. El silencio es utópico, la inmovilidad acusa el descubrimiento de la evolución, las piedras se mueven y el hombre se detiene. Un abrazo nos conmueve y nos inmoviliza hasta que caemos, tenemos que levantarnos de ese cementerio de sueños con todo y árboles.
Así es como vibramos. A cada persona un parpadeo, un sincero saludo, un abrazo todo extraño, un abrazo inolvidable. Absolutamente veo a miles de personas y siento que vi a una sola. Comienzo a descubrirlos, me vuelvo un viaje, una visita con despedida.
Hay perros buscando sus colas infinitas, el mundo graba los círculos que hacen las hormigas en su viaje al infierno. El mundo hace otro mundo con las mismas personas y obtiene un Oscar cinematográfico y propaga otro lado de la saliva. Y uno se conforma con el espejo maquillado con el cual otros nos miran.
El surrealismo es la realidad y los poetas simbolistas sacan su peso y se van. La única realidad es la poesía, lo demás es lo que quedó de nosotros por las calles, lo que otros dijeron en la contemplación del desenfreno.
Habrá gente encerrada en cuatro paredes. Habrá dicidentes de lo que escribo, hombre y mujeres que un día veré y en alguna parte esperan, en una lista profética de callejeros. La revelación es una reunión de ojos encontrados, el punto exacto en que dos se miran antes que nada para decidir qué se hace en estos casos en que uno nada sabe del otro, con las sábanas deshechas.
Por la calle pasa el tiempo con las personas electas en una marcha corta antes de dar vuelta y perderse de vista para siempre. He decidido salir a recoger palabras, devolver algunas miradas y anunciar mi cuerpo en el cristal opaco que me mira desde chico. Soy el mismo, me he visto todo, puedo reconocerme de lejos.
La dramaturgia consiste en un diálogo de mudos. El clima apenas da tiempo para instalarse en el fuego amigo, estoy de impertinente haciendo una lista de escrúpulos antes de verme a los ojos. El público, el mismo que pasa en fila por las calles, se ha dormido en el teatro repleto.
Pasa la gente con ese término tan genérico y no te mira, pasan y los juzgamos, decimos que es bueno, que es malo, somos expertos todologos a las diez de la mañana y por la tarde eso mismo que sabíamos sufre cambios inesperados.
La trayectoria se tropieza con la perspectiva de otros pero hemos decidido marchar juntos, comer juntos, hacer el amor, pelear y hacer todo lo que falta y lo que no hacen otros, para cerrar el círculo antes de las 8, de la hora y pico cuando hay más tráfico.
En lo que veo a las personas pasar por las calles, sin que se enteren, abordo el mismo barco en el que vuelvo. Voy y vengo, ya volví, apenas voy, no he ido pero creo que ya fui, todo es cierto, camino en círculo, persigo a uno que se ve al espejo, si alguien me ve escriba esto, haga que no sea un sueño que soñé mientras lo escribo.
HASTA PRONTO
Por Rigoberto Hernández Guevara