Al presidente López Obrador le gusta mucho alardear y en las últimas dos semanas lo ha hecho de manera tan evidente, que no queda duda de que su fuerza radica en el irrestricto apoyo que le expresan sus seguidores.
La marea humana que lo arropó el domingo, esa masa amorfa que avanzó lentamente por Paseo de la Reforma y llegó al Zócalo, le recordó sus años gloriosos de opositor, un papel que ha asumido constantemente, olvidando que ya no lo es.
Las muestras del respaldo de López Obrador son, primero, la marcha convocada desde el día siguiente al que organizaciones civiles y liderazgos opositores se manifestaron en favor del INE y ahora, la aprobación de la propuesta de reforma política en Comisiones de la Cámara de Diputados, además de su tolerancia al activismo de sus “corcholatas”, confirmando que a Andrés Manuel le gusta presumir la fuerza política que tiene entre millones de mexicanos.
La llamada “contramarcha” del domingo, en la que cientos de autobuses llegaron a la Ciudad de México transportando a simpatizantes de López Obrador para participar en un ejercicio de manifestación pacífica en su apoyo, dejó ver que están de vuelta las viejas prácticas a las que el PRI fue acostumbrando a amplios sectores de la sociedad que se movían en función de sus intereses.
Para los menores de 40 años y aún para los de más edad, no debería haber sorprendido la cantidad de autobuses, de personas movilizadas -acarreados, se les llamó antes y ahora-, para participar en la marcha solicitada, instruida, exigida por su líder. Así lo hacía el PRI en sus buenos años.
La demostración presidencial de fuerza en las calles y en las Cámaras, se notó ayer con la aprobación de dictamen sobre la iniciativa de Reforma Político Electoral enviada por Andrés y que votaron a favor los diputados que integran las Comisiones Unidas de Reforma Político-Electoral, de Puntos Constitucionales, de Gobernación y Población, nos recordó también que era lo mismo que hacía el viejo tricolor, cuando apabullaba a los rivales, todo atendiendo siempre la orden del Presidente en turno.
La aprobación del dictamen fue hecho, como antes, por los legisladores de Morena, el Verde y el PT, quienes desde el Congreso han sido aliados incondicionales del Presidente en todas y cada una de las propuestas enviadas, sean o no sensatas.
A ellos, a los diputados tamaulipecos que llegaron al Congreso con el apoyo de Morena, del Verde y del PT se les debe pedir cuentas porque, así como votaron en bloque, sin consultar la opinión de sus representados y actuando con base en sus propios intereses personales y políticos -”hay que estar bien con el Presi”, suelen decir-, decidieron dar un paso en el proceso que podría terminar con mucho de lo que hoy conocemos como atribuciones e independencia del Instituto Nacional Electoral (INE).
Al Presidente le gusta presumir el apoyo popular, incondicional e irrestricto entre sus cófrades. Le fascina recibir ese culto a su persona, a su figura política. Le encanta no escuchar cuestionamientos de sus afines, aunque muchas de sus acciones y decisiones cada vez más sean compartidos con menor entusiasmo.
Pero esa es su esencia, su motivación, su aliciente. Saberse querido, apoyado, seguido incondicionalmente y estar convencido de que la razón está de su lado, de que es como un ser infalible y de que el único con calidad moral en el universo es él. Cada quien.
LA VIOLENCIA, OTRA VEZ
La mañana del lunes fue un regreso al pasado para los habitantes de Nuevo Laredo, que despertaron entre balaceras y enfrentamientos. Como antes, sí, cuando los gobiernos de Eugenio y Egidio dejaron crecer con indolencia el problema de inseguridad.
La actuación eficaz de las fuerzas armadas provocó una reacción violenta de grupos criminales, que ocasionaron situaciones de riesgo para la población, trastornaron la rutina de miles de trabajadores, estudiantes y ciudadanos y obligó a cancelar una visita que tenía programada el gobernador Américo Villarreal a esa ciudad.
Lo preocupante es que ahora es Nuevo Laredo, pero antes la violencia ya había reaparecido en otras regiones de Tamaulipas a pesar del respaldo otorgado por la Federación al gobierno estatal, con la llegada de más elementos militares.
ESCOTILLA
En la carrera por la candidatura de Morena a la senaduría vacante, ya hay más nombres: A los de Carlos Canturosas Villarreal y Mario “La Borrega” López hay que sumar los de Adrián Oseguera Kernion, José Ramón Gómez Leal, alias “JR” y Héctor Garza González, quien también quiere. Algunos tratan de forzar las cosas y quieren incluir a otros, lo cual se vale. Finalmente hay que darle variedad a la elección interna.
POR TOMÁS BRIONES
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