Quizás ninguna otra secretaría estatal haya alcanzado un nivel tan alto de decadencia durante la anterior administración, como el que sufrió la Secretaría de Educación.
Por su titularidad pasaron dos personajes grises que sumieron a la dependencia en una opacidad administrativa que permitió toda clase de abusos, y a la tarea educativa en uno de sus puntos más bajos de la historia tamaulipeca moderna.
Primero fue designado Héctor Escobar, un empresario educativo de Matamoros que presumió de credenciales académicas, que (si de verdad existieron) nunca aplicó en su quehacer diario.
Llegó a esa posición como premio al apoyo financiero que él y su padre prestaron a la campaña panista por la gubernatura.
Desde su designación, el joven se obsesionó con llegar a la alcaldía de su terruño. Por sus escasas luces y su desconocimiento absoluto de los terrenos políticos que quiso pisar, apenas le alcanzó para una diputación local de rebote, que no pudo retener en el 2021 cuando buscó la reelección, y recibió una paliza en las urnas.
Pero por increíble que parezca, la salida de Escobar de la SET no fue la mejor noticia para la dependencia y para la educación de Tamaulipas.
Porque siempre se puede estar peor, en su lugar fue nombrado Mario Gómez Monroy, quien fungía como subsecretario de administración de la Secretaría.
Sin ningún tipo de experiencia en el ámbito, con el único mérito de tener un parentesco político con el entonces gobernador, pasó a ser el responsable de la política educativa de la entidad.
Antes de ser subsecretario en la SET, había sido Secretario de Servicios Administrativos en el Ayuntamiento de Reynosa, durante el trienio de Cabeza de Vaca.
Su paso por Educación, sus firmas en contratos de arrendamiento y adquisiciones, y desde luego la entrega sospechosa de plazas en los últimos días de la anterior administración, forman parte de las densas irregularidades que se han detectado.
Gómez Monroy está en la mira de los diversos órganos de control porque el desorden administrativo que padeció la SET durante su gestión, permitió lo que se volvió un secreto a voces: un desfalco sin precedentes, en el que por cierto, también habría que revisar la participación del todavía líder de la Sección 30 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, Rigoberto Guevara Vázquez.
Si los expedientes que ya están en manos de la Contraloría se siguen hasta las últimas consecuencias -para eso el Fiscal Anticorrupción, Raul Ramírez Castañeda tendría que ponerse a trabajar o tener la decencia de renunciar- Mario Gómez Monroy debería enfrentar a la justicia.
No entienden que no entienden
Hay muchos elementos que podrían criticarse a la inédita iniciativa del presidente de salir a marchar el domingo, acompañado por miles de sus simpatizantes.
Pero la manera en que buena parte de la oposición ha intentado contrarrestar este innegable despliegue popular, explica por qué les ha ido tan mal en las últimas elecciones.
“Acarreados, jodidos, muertos de hambre”, les dicen a quienes por los motivos que sean decidieron salir a marchar.
Vaya manera de autosabotearse.
Por Miguel Domínguez Flores