Al cierre del 2022, José Ramón Gomez Leal, ungido candidato de Morena a la senaduría vacante, había cumplido una agenda preparada con doble propósito: dejar constancia de su peso en la cúpula de Morena y que además domina las estructuras del Movimiento.
Por eso saludó, se tomó fotos y las compartió en sus redes con el Gobernador Américo Villarreal y con los alcaldes Mario Lopez, de Matamoros, Carlos Peña, de Reynosa: Armando Martinez, de Altamira; Adrián Oseguera de Madero y Carmen Lilia y Carlos Canturosas de Nuevo Laredo.
Y también así se explican las selfies con las infanterías de Morena, el obsesivo afán de generar la percepción de que es político todo terreno, capaz de movilizar a las masas.
Pero el asunto que trae entre manos JR no es solamente ganar la elección, porque este triunfo que casi tiene en la bolsa podría no ser suficiente para construir un camino hacia el 2024..
De entrada será difícil conmover a los electores que ya están fastidiados de campañas y de elecciones porque en el 2022, contra su voluntad, estuvieron a dos fuegos, entre sus preferencias personales por un candidato y las presiones descaradas del poder ya extinto para que votaran por su delfín.
La disyuntiva muy personal de JR, que tendrá un impacto fuerte en su carrera política, será demostrar que es realmente un político capaz de jalar sufragios suficientes, sin generar la idea de que los compró o que incurrió en acciones clientelares sustentadas en programas sociales que supuestamente aún controla.
Si gana la elección con una participación raquítica generará la percepción de que no es tan popular como él mismo se publicita: “en la encuesta que ganó Americo salí abajito, en segundo lugar”, dijo.
Pero si resulta que los electores “se volcaron” en las urnas y aparece con una cifra de votos exagerada, no le servirá decir que fue por su presunta popularidad y sus competidores tendrán razones de sobra para maliciosamente especular que solo pudo lograrlo aceitando con billetes la maquinaria del acarreo para retacar urnas.
En cualquiera de los desenlaces, sus adversarios tendrán motivos suficientes para poner en duda sus alcances y la posibilidad de que se reelija en el 2024.
Entonces disfrutaran el momento los que ahora sonríen cuando se toman la foto con el candidato a senador, porque pensarán que uno de los gallos guindos habría perdido sus espolones en el proceso de febrero próximo.
Habría que agregar que una votación muy elevada sería cuestionada , aun por sus mismos competidores de Morena que lo verán como un enemigo al que hay que minimizar o acabar para que no cuaje su idea de reelegirse en el Senado y en el 2028 buscar la gubernatura.
Hay otro ingrediente interesante: desde ahora ya se le ve en apuros a José Ramón. Por más que intenta desmarcarse del ex gobernador Cabeza de Vaca, sus respuestas a las preguntas de los periodistas resultan inverosímiles, se queda en el intento de explicar una lejanía que resulta poco creíble.
Y es que siempre resulta difícil salir de los enredos familiares provocados por las diferencias políticas, más cuando hay juegos de poder y dinero de por medio
Finalmente, lo cierto es que JR va a ganar la elección porque el gobierno de Américo Villarreal se encargará de darle el empujón que sea necesario para mantener lo invicto de la marca Morena, y porque el PAN está en plena debacle y en manos de operadores políticos torpes como Luis Cantu “Cachorro” y Mayelo García Cabeza de Vaca, cortos de alcances, odiados y con una pésima reputación entre la misma militancia blanquiazul.
Pero ser senador sustituto puede convertirse en un triunfo pírrico si no logra arrastrar a los electores a las urnas por su propia voluntad, o si sus alianzas políticas se reducen a fotos del momento, a una mera formalidad o simple cortesía.
Tal vez por eso la cara feliz que mostraba antes en sus redes sociales contrasta con el gesto adusto y las respuestas lacónicas que suele dar en las conferencias de prensa a las que convoca por una mera formalidad.
En abono de sus planes, una vez declarado ganador el reynosense podrá romper la maldición de perdedor de elecciones y ponerle, por fin, una estrellita a su curriculum.