Hay abrazos atrancados que nunca se sueltan, como agua que se disuelve en sí misma. Hay cosas que son como el tiempo, eternas, pero uno eso no lo mira.
Hay nudos ciegos sin mecate, envolturas, cobijas gruesas o delicadas, manos suaves, luego un lugar donde morir son los brazos. Entonces los cuerpos abrazados se beben las copas, se alimentan el uno del otro parejos, a ras del suelo.
Si un hombre abraza a otro, es uno solo. Si un hombre abraza a una mujer, ese es el universo, el único mundo intempestivo y violento, y sería el sitio perfecto para el descanso eterno. Callados dos cuerpos frente a frente dan luz a un abrazo o a un infierno. Pero eso vive en el pecho y sale por los brazos, habitante de los poros vacíos y solitarios.
Atrás y adelante de un abrazo hay consuelo, le persigue una despedida en los andenes de un tren sorpresivo, y un encuentro al mismo tiempo, como el niño que no sabe si reír o llorar al ser descubierto.
La huella de un abrazo, el simple recuerdo, vuelve frágil al pensamiento, amas el momento al grado de quererlo. Un abrazo son dos ramas poéticas que bailan al ritmo de la lluvia, el viento entonces cualquier día nostálgico las hace darse un beso. El día también se abraza a la repentina noche. La claridad tiende la cama para ir a dormir en los brazos de Morfeo.
Entonces buenas noches, hemos andado juntos todo el día, es justo estar juntos, como el cuerpo y el pensamiento, que si se va uno muere el otro. Un abrazo dignifica al amor en voz alta sin palabras. Tampoco debi escribir esto, debí callar como apretar un cuerpo, debí sentir el calor, el suave aliento que filtra el consuelo. Escribo con palabras que no alcanzan.
Qué duro y qué imposible es abrazar sin conmoverse. Un abrazo borra el vestigio de la existencia humana y los cuerpos en contra de todo se vuelven a abrir para abrazarse. Es una confidencia, un secreto de los dedos, y de aquellos que saben abrazar nada se sabe.
Dos cuerpos abrazados son dos ángeles. Y habrá que ir por el mundo tomados de la mano, abrazados para no extraviar el rumbo, para saber de qué tamaño es nuestro cuerpo y cuanto espacio hay para otro.
Desde luego abrazos, ligeros altercados, así andan volando, son palomas. Estoy en la plaza puedo verlas volar extendidas las alas, abrazadas, adaptándose a la cornisa de la ventanilla, el vuelo es el deseo, quiero volar con ellas, volver mil veces a las cornisas, como el obrero que va llegando al océano. En un manuscrito encontré la flor que nace en medio.
La locura de pegarse a otro cuerpo genera un jardín donde crece la anémona y pasa el río completo. Entones somos un autobus de pasajeros y un monasterio, nos movemos sin movernos. Nos movemos y es el pensamiento. Uno abraza también con el recuerdo. Pero un abrazo es también un toro herido, es un tiro ente el capote y el torero, te abrazan y te sacan del partido, abrazos que no son abrazos, abrazos fingidos, abrazos galopantes rumbo al olvido. Durante un abrazo el piso tiembla y es parejo, tiene que atender a los dos a ras de suelo, ninguno cae, si caen son los dos juntos, para rodar cuesta abajo en una selfie, en lo más abrupto del sendero.
En la entrega total el prodigio del amor arroja abrazos en la noche oscura. En en la tersa arena, en la cárcel, como un aposento del viento, se percibe el escalofrío tierno de un sueño. Es lindo quedar así dormido.
Los brazos se buscan, el cuerpo del animal está al acecho. Hay parejas abrazadas en la penumbra, hay aquellos que nadie observa. Hay personas abrazadas a los árboles, a los postes de luz, a los brazos propios en el silencio del cuerpo.
El poeta es un abrazo del poema. Leer poesía es entonces abrazarse.
HASTA PRONTO