Tema de redes, acaso politizable. Abundaron este fin de semana reportes incómodos de fenómenos extraños en cielos de Canadá y Estados Unidos. Han derribado algunos, empezando por un globo de presunto origen asiático.
Y luego otros en forma de cilindro metálico, cuyo abatimiento fue informado nada menos que por la abogada ANITA ANAND, ministra de Defensa en el gobierno que preside JUSTIN TRUDEAU.
Interesante dama graduada en Oxford cuyo perfil merecería comentario aparte, pues habla bien de dicha administración (y de la sociedad canadiense) que la cabeza formal del ejército sea (1) civil, (2) mujer, (3) académica y, además (4) hija de migrantes indostanos.
En fin, la tecnología de espionaje chino parece ser el villano de estas historias de fantasmas detectados, seguidos y derribados por los gobiernos allende el norte. Tratando de vacunarnos contra el frenesí especulativo cabría considerar ciertos microtemas.
Mire usted, el nombre es tenebroso solo en apariencia. En realidad los “proyectos negros” equivalen a lo que en México conocemos como opacidad administrativa. Uso privado de recursos públicos, protegido de punta a punta por una estrategia metódica de desinformación.
De ahí viene la palabrita esa (“negro”), por la tinta indeleble antes empleada en la vieja cultura del papel para el ocultamiento de datos incómodos. Ahora lo hacen por medios digitales, las pantallitas oscuras de Excel.
En el caso que nos ocupa, jugosas partidas del dinero público norteamericano (y global) tachadas en los reportes de egresos para que la revisión legislativa no los alcance, pretextando motivos de seguridad nacional. Aparecen cantidades, se ocultan rubros.
COARTADA IDÓNEA
No debiera quedar el tema en manos de gente como MAUSSAN. Buena parte de estos fenómenos deriva de programas militares complejos y muy costosos que se nutren de presupuestos públicos (estadounidense, europeos, asiáticos) para operar con total discrecionalidad.
Peor todavía, violan la soberanía aérea de los países vecinos, se pasan por el arco del triunfo los acuerdos internacionales, atentan contra ecosistemas y representan un negocio gigantesco para la industria bélica y su oneroso apéndice espacial.
El parentesco es directo entre las firmas que construyen aviones de combate, fabrican misiles, mandan artefactos al espacio o desarrollan el entramado satelital. Entre otras, Northrop Grumman, Rockwell Collins, Boeing, Lockheed Martin, General Dynamics, Honeywell y Aerospatiale, por citar algunos.
El tema tiene también cariz ambiental. Hay mucha basura en la atmósfera cercana por estos días y como la gravedad terrestre la atrae de manera inexorable, secretos importantes quedan en evidencia.
La fantasía ufológica sirve como cortina de humo. Prefieren a la gente especulando con enanos verdes o viendo películas de SPIELBERG y CAMERON que informar al ciudadano, votante, contribuyente, sobre el origen, financiamiento y uso de dichos proyectos
Banalidad inducida con la ayuda de Hollywood, la cinematografía definida desde el principio como una poderosa máquina de sueños. Escapismo, en efecto.
NO MIREN AQUÍ
Por igual hay rusos, chinos y gobiernos de la OTAN metidos en estos negocios ciertamente opacos. Aunque la secrecía extrema y el celo mutuo van más allá de la competencia ideológica.
En los años de la guerra fría, el argumento central del secretismo occidental era el temor a que el enemigo comunista supiera de armas y tecnologías propias.
Pero a finales de los años ochenta se derrumbó la Europa socialista, por eso fue necesario que fueran apareciendo otros demonios, como el terror musulmán y la delincuencia organizada.
Ello, aunque la preocupación central es el robo de patentes vía ingeniería inversa. Eso que en epistemología se conoce como deconstrucción (DERRIDA, dixit). Exploración inductiva, de lo epitelial a lo profundo, afuera y adentro, aspecto y funciones.
Tecnología deconstruida. Interrogar al objeto, la máquina, el artefacto, hasta desentrañar la idea que lo hizo posible, como vía inescrupulosa de competencia netamente capitalista, en el más puro canibalismo industrial.
Por ello se apuran a recuperar prototipos caídos y alejarlos de la mirada pública. Lo último que quieren es que el votante entienda el fenómeno como tema de gasto gubernamental y (peor todavía) se convierta en reclamo de transparencia.
Jamás rinden cuentas. Y les ayuda mucho la hipótesis extraterrestre porque el tema baja de nivel, pierde seriedad, se ridiculiza y aleja de cualquier tratamiento político.
En fin, densas cortinas de humo ocupan la atención y le juegan el dedo en la boca a lectores y auditorios, hoy que la gente debiera estar preocupada ante carencias globales en temas prioritarios como salud, educación, seguridad y energías limpias. Y también mejores gobiernos.
Por Carlos López Arriaga
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