La presencia de Margarita Zavala el fin de semana en Tamaulipas sirvió para confirmar dos cosas: que Imelda Sanmiguel no va a ganar la elección del próximo domingo, y que el PAN está convertido en un polvorín político.
La diputada federal, considerada al interior de su partido -aunque usted no lo crea- como un importante activo político pensó que venía a Victoria a respaldar a la candidata de la alianza Va por México, y muy tarde se dio cuenta de que en realidad la trajeron para sumarse a la causa -perdida- en favor del ex gobernador Cabeza de Vaca.
Hasta tres veces tuvo que insistir una periodista de la Ciudad de México para que finalmente la ex primera dama respondiera: “Sí lo veo como candidato (en el 2024)”.
Antes de eso, había esquivado la referencia directa al ex gobernador pidiendo concentrarse en la candidatura de Imelda, para quien solicitó el voto.
Era evidente la incomodidad de Margarita, cuya mayor cualidad no es la elocuencia, y la de otra mujer presente en la mesa.
Entre los diputados federales, el senador Ismael y la candidata, también estaba sentada Lidia Madero, la primera Secretaria de Salud de la administración cabecista que dejó esa posición muy temprano en el sexenio, por notables diferencias con el gobernador y el grupo político que se apoderó a partir de entonces del control absoluto del partido.
Lidia es, además de una de las panistas de mayor arraigo en la capital del estado, la mujer más cercana en Victoria al matrimonio Calderón-Zavala, lo que explica su presencia en la rueda de prensa luego de seis años de fría distancia con el Comité Directivo Estatal.
Su vuelta al ruedo panista suma a la percepción generalizada de que en diferentes regiones del estado -ya no solo en la frontera y en el sur- se avivan rebeliones internas para arrebatarle a los cabecistas el control del partido.
La resistencia de Margarita Zavala para respaldar abiertamente al ex gobernador recuerda a la forma en la que sus compañeros diputados federales, y el mismo dirigente nacional, Marko Cortés, eludieron los cuestionamientos e hicieron lo posible para no mostrar cercanía con Cabeza de Vaca.
(Sobra decir que antes que cualquier aspiración por incursionar en la elección del 2024, el ex gobernador tendría que solucionar su problema con la justicia, porque a pesar de lo que digan sus más cercanos, no se puede hacer campaña con una orden de aprehensión activa).
En esas condiciones políticas y jurídicas, el panorama para ese grupo se complica cada vez más.
Sobre todo, porque los liderazgos panistas que fueron minimizados durante los últimos seis años, en algunos casos hasta llegar a la persecución judicial, ya olieron la sangre y están al acecho.
Esta crisis de identidad que vive el panismo se verá reflejada el domingo cuando se cuenten los votos de la elección extraordinaria.
Por Miguel Domínguez Flores