No alcanza la tardía descalificación de AMLO de la quema de una figura de la ministra Norma Piña en su mitin del sábado pasado. Sus palabras de ayer suenan blandengues ante la gravedad de un hecho que sólo tiene un origen: él mismo. La ambición le obnubila. O desactiva los ataques, o alimenta el germen de la violencia. Sigue en lo segundo.
Nadie dentro del oficialismo desobedece el chasquido del de Macuspana. Andrés Manuel pudo conjurar el exceso en contra de la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, mas no fue su deseo. En la plancha del Zócalo eran el momento y lugar adecuados para poner límites y pedir a los suyos no ensañarse con ella, no hostigarla; respetarla.
Pero no. Quiere doblarla porque es la enemiga de moda del lopezobradorismo. El acoso ha sido directo, sostenido y descarado. El Presidente es autor e instrumento de la acometida. Desde el 2 de enero, la titular del Poder Judicial padece desde la frialdad de Palacio tras su elección hasta insultos, descalificaciones y amenazas, como la del sábado.
Lo del 18 de marzo fue una reunión financiada con presupuesto público y para –supuestamente– honrar el patriotismo del general Cárdenas. Pero ya se sabe que cada uno elige de qué quiere disfrazarse en su festejo. López Obrador decidió que el motivo de su fiesta fuera la radicalización, y le pareció gran regalo que la piñata fuera de Norma Piña.
Incluso si no se hubiera dado el caso de la quema de la figura de la ministra, la mera efigie de cartón era ya un despropósito. Apalear piñatas era para conjurar peligros. ¿A quién se le ocurrió que era buena idea que el mal tuviera la imagen de esta mujer? A cualquiera que escuche, y se trague, lo que dicen en la mañanera: es una corruptaza, dale, dale, dale.
Pero no la agarraron de piñata. La quemaron, como haría cualquier horda que, en medio de un delirio, quiere eliminar el espíritu de alguien a través de su imagen: todo en el país que cada año en la pascua juega a quemar a los judas de ocasión. Qué humanismo –como se presentan ellos– más cavernario. Humanismo con pira. Quema simbólica, pero pira.
¿A quién pretenden quemar los lopezobradoristas con su demostración del sábado? ¿A la ley? ¿A una mujer? ¿A la Constitución? ¿A la titular del Poder Judicial? ¿A las instituciones? ¿A cualquiera que a ojos de esa militancia sea un hereje? ¿A todos los anteriores?
De símbolos a símbolos el presidente de la República sólo puede y debe hacer una cosa. Restablecer una relación entre poderes que parezca y sea democrática. Suspender el acoso, mostrar contención, asegurarse de que nadie nunca más interprete sus palabras para convertirlas en agresiones aún más riesgosas.
Andrés Manuel López Obrador, sin embargo, no atiende la ola de indignación que causó la quema de la figura de la jueza. Quien antes presumía que en sus marchas no se rompe ni un vidrio trató de desentenderse del significado de esta agresión, que para más gravedad fue coreada con febriles gritos de “fuera Piña”.
No es un vidrio lo que está roto. Sino la frágil posibilidad de que se respete a quienes piensan distinto, a quienes actúan bajo el dictado de su conciencia, a quienes no juran al mandatario obediencia: los tres suspirantes a la presidencia de la República miraron parte de su futuro, el día que actúen de forma autónoma serán piñata y judas para la quema.
Y está claro quién incitará a esa amenaza: el humanista que permite una pira.
POR SALVADOR CAMARENA